Es común observar cómo alrededor de nuestra ciudad se van desarrollando emprendimientos que materializan los sueños de una sociedad pujante que sigue el ejemplo de aquellos empresarios que han hecho ciudad. Tanto los unos como los otros deberían pensar en mejorar y crecer de manera organizada en el aspecto legal, si se tiene en cuenta como referente a las grandes compañías del país. En ellas hay un factor común, este es, la adopción de prácticas de buen gobierno corporativo, los programas de cumplimiento y la gestión de riesgos legales, reputacionales y patrimoniales.
Las herramientas expuestas no son tan solo unas que brindan protección legal, sino que ayudan a garantizar la vocación de permanencia con la que se constituye, gerencia y proyecta una entidad o empresa. Para nadie es un secreto que la relación con el consumidor y los clientes, accionistas y demás actores sociales debe cumplir con el marco legal, pero también con un mínimo de exigencias sociales: hoy en día, no se le perdona a una empresa que defraude la confianza y los valores de la sociedad mediante contravenciones a la ética, las buenas costumbres y la ley. En otras palabras, los escándalos empresariales, financieros y de otros sectores hicieron que la gestión legal se convirtiera en asunto fundamental de la gerencia empresarial.
La imagen y el buen nombre son el activo más importante con el que un ciudadano corporativo puede contar. Esto es un llamado a cuidar además de la ley, la ética empresarial. Las empresas dejaron de ser proveedoras de productos y servicios, y pasaron a ser referentes sociales. En este sentido, los consumidores informados están dispuestos a cuestionar las conductas que atentan contra las prácticas de buen gobierno y los programas de cumplimiento mediante la sanción social en redes sociales o interponiendo peticiones de sanción legal ante las autoridades competentes. Lo anterior puede tener serias consecuencias para la actividad empresarial puesto que debido al descuido en la gestión de riesgos, una entidad o empresa puede perder oportunidades de negocio, ser sancionada, suspendida y excluida del mercado. Suena difícil de creer, pero casos se han visto.
Un amigo empresario me decía, Daniel nadie está exento de caer en la tentación de los inescrupulosos de la ley. Mi respuesta fue contundente, el blindaje jurídico que se ofrece mediante los programas de cumplimiento y las prácticas de buen gobierno advierte y previene a la clase empresarial de caer en manos de la justicia. Quienes han ignorado este llamado, en el peor escenario a título personal, han derivado sus conductas reprochables hacia la delincuencia de cuello blanco, y en el plano social hacia la pérdida de la confianza inversionista y de miles de empleos que dependen del ciudadano corporativo como referente social.
Mucho se ha dicho si el empresario es un héroe o un villano. El heroísmo, la tenacidad, o en nuestros términos la verraquera de nuestra clase empresarial, no puede ser opacada por contingencias futuras producto de una inadecuada gestión de los riesgos. En conclusión, empresario advertido no muere en guerra.
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