Hace exactamente 20 años ocurrió en Colombia tal vez el crimen más grave que se haya podido cometer contra los niños en edad escolar: la desaparición forzada de todos los profes de educación física y artística de las escuelas públicas. Tal como suena. En el Gobierno nacional presidido por el doctor Andrés Pastrana Arango y bajo el Ministerio de la doctora Cecilia María Vélez White, se expidió en 2002 el acto administrativo 3020 que decretó la desaparición de un puñado de maestros dedicados a la promoción de la cultura física y al cuidado y preservación de las dimensiones estéticas y artísticas del ser humano. ¡Nada más ni nada menos!
Vale la pena recordar también que este atentado se perpetró bajo la tutela de la Ley 715 de diciembre de 2001, aprobada por el Congreso de la República que por aquellas calendas presidía el honorable senador Carlos García Orjuela y que tuvo como ponente al honorable senador Luis Fernando Velasco.
¿Pero qué ha pasado en las escuelas colombianas después de este indudable desacierto? He aquí, a grandes rasgos, el balance oteado: por un lado, se exterminó el movimiento artísticovy cultural de la escuela; llevamos 20 años con una escuela a blanco y negro, en donde no se presencia hoy la policromía multicolor que aporta el desarrollo de las bellas artes y signa en el ser humano páginas memorables en sus procesos escolares.
Por otro lado, alrededor de 100 millones de niños de educación básica primaria durante este tiempo han visto afectado su desarrollo sicomotriz y artístico, dimensiones de alta incidencia en su evolución psicológica, neurológica y emocional. Y como consecuencia, la presencia de atrofias en la sicomotricidad de los niños ha afectado significativamente la efectiva evolución de sus aprendizajes en áreas como la escritura, la lectura y el pensamiento numérico, y me atrevo a
decir que aquí está una de las causas fundamentales del bajo desempeño de nuestros niños en pruebas Saber y Pisa.
Considero que el balance no puede ser más perverso y es indudable el alto costo que han pagado nuestros niños. Las afectaciones en sus procesos de aprendizaje son enormes y las brechas de inequidad son injustificables, debido a que cada vez son más amplias entre quienes tienen que alojarse en la escuela pública y aquellos que, por su posición privilegiada, pueden disponer de los recursos suficientes para hospedarse en una institución privada donde tales dimensiones son atendidas con la prioridad que demandan.
En nombre de los niños de Colombia, desde esta tribuna de opinión le envío este mensaje al nuevo presidente de nuestro país; a su ministro de educación, doctor Alejandro Gaviria; y al mismo doctor Luis Fernando Velasco, nuevo director del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República. Los dos primeros tienen la gran oportunidad de escribir una nueva página de gloria para la escuela, mientras que para el senador Velasco será un acto de verdad, justicia y reparación.
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