La vida es un incontenible manantial. Espuma con resplandor vidrioso y sorprende con sus guiños cambiantes. La vida se atrinchera en antojos. Benévola o mezquina, pródiga o con repartos cicateros. Para unos es generosa y abundante, para otros sórdida y hostil. Estos simbolismos pueden ser trasladados ¡por qué no! a la política.
Aprehendemos la vida y la valoramos por sus contenidos. Napoleón resumió la ruta del caminante en estas lacónicas palabras: “Más valdría no haber vivido, que no dejar huellas de la propia existencia”. Lo dijo él, oriundo de Córcega de poca significación territorial en Francia, en sus comienzos militar anónimo, pero a los 27 años general de la república y conflictiva cúspide de Europa.
Hay que combatir contra uno mismo, vigilar al vecino, emular y ganar. Sin miedo a las contiendas. Siempre la calidad se impone. El medio está abarrotado de bárbaros, de pobres fetiches con escaso relumbrón, de insignificante plebe altanera. Las confrontaciones eliminan al mediocre.
La república de Caldas ha sido canaánica en floraciones humanas. Desde los Gutiérrez que todo lo acapararon, hasta hoy, este territorio ha recibido manirrotos carismas de la providencia. Aquí, oradores, novelitas, poetas, pintores, periodistas, aquí las mujeres más hermosas del planeta, todos de elevada condición alcúrnica.
Siempre hubo espadachines que, broquel en pecho, abrieron horizontes. Si hundimos la mente en el pasado, encontramos a porrillo nombres excelsos. Cuando el Partido Liberal era un bastión de ideales, lo sacudían comandantes egregios. Ramón Marín Vargas, Guillermo Ocampo Avendaño, Alberto Mendoza Hoyos, Ramón Londoño Peláez, Otto Morales Benítez, Víctor Renán Barco, Luis Guillermo Giraldo Hurtado. Y qué himnos de gloria se pueden entonar cuando se escudriña la historia del conservatismo. El gran Aquilino Villegas, guerrero, estadista, lírida, prosista, empinada referencia social. Fernando Londoño y Londoño tribuno estelar. Silvio Villegas pitufo egregio, que supo sacudir el país con su oratoria tigresca. Y qué decir de Gilberto Alzate Avendaño, sol que todo lo iluminó, meteoro sobre el espacio asombrado de Colombia que la conquistó con el fulgor de su inteligencia. José Restrepo. No se enredaba en prosas, ni hacía columpios idílicos. Fue gerente autoritario de un Partido que acató sus orientaciones. Rodrigo Marín, de fácil inspiración y Ómar Yepes Alzate intrépido, tenaz, domador de dificultades, vertical, con palabra de oro.
El exordio ha resultado largo para escribir sobre políticos. Hay gama abigarrada de todos los pelambres. Pretenciosos unos; inflados como globos, otros; ignorantes y del montón, aquellos; todos creyéndose sobacos del Niño Dios.
No hay que deambular mucho para encontrar -hoy- a los que son y serán columna matriz en la historia de este departamento. Hace apertura Tony Jozame Amar. Siempre de primero en las grandes ligas, alcalde de Chinchiná, gobernador, parlamentario y embajador. Un tanto introvertido y rumiador, reflexivo para hablar, planificador del porvenir. Arquitecto exitoso en la construcción de su destino. Jorge Hernán Aguirre. Tiene temple del político de clase, mesurado, con mucho equilibrio mental. Jurídicamente es una cumbre. Arturo Yepes. Tiene agallas. Afanoso por cubrir -ya- todos los itinerarios y por lo mismo proclive a riesgos innecesarios. Lo trastorna la libido del poder. Ómar Reina. Es una revelación. Muy programado, de un discurso concreto y macizo. Abre puertas o se las hace abrir. Silvio Ríos. Auténtico condotiero popular. Es idealista. Tiene energía espiritual arrolladora. Jorge William Ruiz. Intelectualizó el derrotero de su vida. En su ajedrez sabe mover las piezas y es sorpresivo para los mates. Dueño de las tribunas; tiene garganta de hierro. Nicolás Aguilar. Ya sabe de mansalvazos y celadas. Es brioso y tenaz. No lo asustan las triquiñuelas. Tiene porvenir de auroras. Juan Pablo Aristizábal. Fracasé cuando quise robármelo para mi partido. Es un mozo perpendicular, orlado de condiciones excepcionales para la vida pública. Diego Alejandro Tabares. Voz congregante de su grupo generacional. Tiene talento y ganas. Pisa duro. Isabel Duque y Juan Diego Aguirre, dos jóvenes que no han cumplido los veinte años. Llevan dinamita diluida en sus arterias.
Pronto moriré. Pero desde la estrella que Dios me asigne comprobaré qué olfato tuve para los presagios.
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