No sería fácil contradecir la especie que la luna ejerce gran influencia sobre el ritmo y la organización tanto de la naturaleza como de los seres racionales e irracionales que habitan este planeta.
La luna tiene diferentes fases que va cumpliendo cada veintiocho días. Comienza como “nueva” y durante este lapso no es visible desde la tierra, dado que está totalmente oscura; posteriormente se empieza a ver en el firmamento una pequeña silueta en forma de letra C o “luna Turca”, como la definían los maestros de escuela años ha, lo que significa que está creciendo, hasta alcanzar en dos semanas la luna llena, para luego iniciar su proceso de decrecimiento. De allí que las fases de la luna se resuman en nueva, creciente, llena y menguante.
Habiendo repasado ya este punto es cuando resulta válido preguntarse; ¿puede el estadio en que se encuentre nuestro satélite crear una sensibilidad en los animales que afecte su comportamiento de alguna forma y a través de qué mecanismo podría hacerlo? Al fin y al cabo para la raza humana existe la teoría bastante conocida y reconocida que la frecuencia que emana de la luna afecta la frecuencia de la mente, impactando el control de las emociones, sentimientos y deseos y éstas, a su vez, el pensamiento y la conducta del individuo.
Y continuando con lo estudiado hasta hoy, se sostiene que las cuatro fases lunares han formado parte esencial del ritmo y la medición de la organización de la naturaleza, permitiendo dividir en cuatro lo que atañe a las emociones naturales que se conocen como: pasivo ascendente, activo ascendente, pasivo descendente y activo descendente. El destacado neuro-científico Mark Filippi en su “Método Somático” advierte que el hecho que los ciclos emocionales estén ligados a la luna proviene de la teoría esbozada por Gay Gaer Luce, (Oakland CA 1930) quien propuso en su libro “Ritmo Biológico en humanos y fisiología animal” la existencia de unas constantes que operan sobre fechas del calendario y afectan los síntomas de las personas sanas en lo relativo a la oscilación en peso, vitalidad, desempeño óptimo, pesimismo, apetito y sueño; oscilación en brillantez y apagamiento, empeño y apatía, volubilidad e imperturbabilidad, malestar y bienestar.
Y es aquí donde me parece, mi querido Juan José, que así como la frecuencia que emana de la luna afecta a los hombres en la frecuencia de su mente, impactando en el control de sus emociones, sentimientos y deseos de la misma forma puede y debe influir en el sistema instintivo de los animales influyendo sobre, principalmente, su comportamiento. Si bien las razones de esta influencia lunar se desconocen de manera específica, se intuye que esto se debe a que los seres están compuestos mayoritariamente de agua, que es la sangre que a su vez, lleva oxígeno, nutrientes y neurotransmisores a diferentes partes del cuerpo lo que se ve afectado por la fuerza de atracción de la Luna.
Esto nos hace preguntarnos, cuando no encontramos razones ni técnicas, ni lógicas, ni genéticas para explicar el por qué un toro o una corrida no se comportaron como se esperaba a pesar de su apropiada condición y preparación: ¿Será que la luna influye sobre el comportamiento de los toros en el ruedo, o en el campo, como lo hace con los seres humanos? Y si de por sí se dice que los toros, cuando nos hacen quedar mal, es porque no tienen “palabra de honor”, ¿será que en “luna nueva” sí que menos la tienen?
Recibe un abrazo de tu amigo El Fraile.
Añadido: Me quito el sombrero ante Alejandro Samper Arango por su valerosa verticalidad en general y en especial por su artículo del pasado nueve de marzo. Y como taurinos que somos, para hacerle el merecido reconocimiento, nos remitimos a una canción ídem interpretada por el conjunto Embrujo Flamenco y que se titula “Como un Torero” y dice: “Toda la gente sabe que lo que quiero, es tener los cojones como un torero”. Y este Samper a fe que los tiene y bien puestos. Ejemplo a seguir.
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