Los individuos tienen rasgos, cualidades, formas de actuar y reaccionar frente a ciertos sucesos que configuran su manera de ser y es esto lo que los diferencia de los demás pobladores del orbe, razón por la cual nunca un ser humano será igual a otro en su comportamiento; lo mismo le sucede a los conglomerados sociales, llámense países, ciudades, comarcas o “asentamientos humanos”, asunto que se hace más notorio cuando se trata de los gustos o aficiones que puedan llegar a tener sobre actividades determinadas, en lo relativo a su forma de verlas, entenderlas y practicarlas.
Es así como el mundo reconoce al pueblo inglés por puntual, impasible, flemático de fino humor y apasionadamente aficionado al cricket y al rugby, a los franceses por el gusto por la buena mesa y el buen vino, el vaudeville, el “ménage à trois” y los toros en el sur del país, a los suizos por su diversidad cultural y lingüística, por su pacifismo, por sus bancos y por el muy auténtico juego del jass, a Colombia por su café y por su alegría y a Manizales por sus atardeceres, por la gentileza de sus gentes y por su Feria Taurina.
Dentro de este orden de ideas y hablando de toros, que es el tema que siempre nos ocupa, tenemos entonces que Manizales se caracteriza por la rigidez que muestra para con aquellas personas que de una u otra forma le han faltado a cualquiera de los actores que participan en la realización del espectáculo taurino incluida, naturalmente, la afición.
Es proverbial y el universo taurino recuerda con respeto cómo ante las ofensas que se han presentado, afortunadamente las menos, contra gentes del toro, los ofensores no han podido volver a pisar el ruedo del Coso de Olivares, como fue el caso del Cordobés hijo a quien nunca quisieron contratar nuevamente luego de un vergonzoso arrebato de patanería durante el cual le recordó, malamente, su progenitora al presidente de la Plaza. Tenemos también para recordar el caso de “Morante de la Puebla”, cuando este, por un desliz de la empresa fue contratado luego del vulgar comportamiento social que había tenido durante la última temporada en que había sido acartelado en la Feria, cuando un sector del público no acudió a la corrida y el que sí fue lo trató con claras muestras de desagrado. Otros casos ha habido que ni la pena vale recordar.
Lo importante es que la afición siga apoyando esas posiciones decididas y sólidas que le dan carácter y reconocimiento a la ciudad y a su Feria como la más taurina, seria e importante del continente americano y a la cual, para aquellos que reciban el honor de participar activamente en ella, llámese matador de toros, ganadero, subalterno, cronista taurino o invitado especial sepan que si se salen de los cánones de las buenas maneras y el respeto, sufrirán, como el primer Duque de Veragua, la pena del “destierro”. Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile
Añadido. Parece que nuestros políticos de renombre, dirigentes destacados y grandes empresarios o no, realizan o prefieren hacerse los desentendidos en cuanto a que lo único que logran cada vez que pretenden “torcerle el cuello” a la justicia o legislar o que legislen para su beneficio, o “desmontarse por las orejas” de responsabilidades económicas, sociales, civiles o penales, o tapar como los gatos sus inmundicias, lo único que logran, repito, es acabar de hundir las instituciones y acercar más al país al abismo del populismo, en cuyo fondo caerá tarde o temprano si este tipo de acciones no desaparecen de nuestra cotidianidad. Como dicen los anglosajones “remember Venezuela”.
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