Uno de los asuntos que puede llegar a minar la credibilidad del espectáculo taurino en Colombia, si no se maneja con la suficiente transparencia y claridad, es el del tránsito que por mandato de la ley han hecho, de manos de las autoridades municipales a las de las empresas de turno, las funciones de la defensa de los intereses de la afición, a través de la vigilancia y control del estricto cumplimiento del reglamento, incluido el trascendental tema de presidir la corrida y de nombrar “autoridades de plaza” que resulten efectivas.
Anteriormente las corridas de toros y demás espectáculos taurinos se regían por unos pocos artículos contenidos en el Código Nacional de Policía y por los reglamentos taurinos que en cada municipio se dictaban y que debían ser cumplidos y acatados so pena de hacerse, los infractores, acreedores a multas y sanciones.
Bien recordamos episodios de cómo en diversas plazas de toros del país se presentaban casos de multas de carácter económico a ganaderos por el “afeitado” de sus toros, o a picadores por excederse en la suerte de varas, o a subalternos por hacer “el carrusel” (marear al toro haciéndolo girar en redondo luego de estoqueado), o a matadores por faltarle al respeto al presidente de la corrida. Igualmente los aficionados añejos recuerdan casos como cuando Palomo Linares fue conducido de su hotel a la Plaza de Toros de Manizales por la Policía, pues se negaba a matar una corrida de Dosgutiérrez, por estar “en puntas”, bajo la amenaza de que si no toreaba sería detenido, y como a Jaime Ostos se lo llevaron, en traje de luces, o “con uniforme y todo” como dijo el alcalde de turno, a la “permanencia”, donde pasó la noche, por haberle recordado de mala manera a su progenitora al presidente de la corrida, que en esa oportunidad era el licenciado (abogado) Juan Pellicer Cámara, quien también fungía como Juez de Plaza (Presidente) de la Plaza México.
También aparecen en el archivo de los recuerdos las corridas “remendadas”, fruto de que en el reconocimiento los veterinarios rechazaban alguna o algunas reses de la ganadería anunciada por no cumplir con temas contemplados en el reglamento relativos bien fuese al peso, o al trapío, o a cuestiones físicas o sanitarias y debían saltar al ruedo toros de una ganadería diferente que sí cumplía con las exigencias reglamentadas, de la cual generalmente la empresa mantenía toros “sobreros” en los corrales para cubrir estas eventualidades. Si mal no estoy en Manizales, para la Feria anual, la empresa Tesma tenía en los corrales una corrida completa, generalmente proveniente de “El Socorro”, ganadería hoy desaparecida pero que en esa época pastaba en la Costa.
Estos episodios, que hacen parte de la historia de la fiesta en Colombia son realmente anecdóticos para los jóvenes aficionados, pues que yo recuerde hace ya muchos años que no se dan casos similares a los arriba narrados en ninguna plaza de toros del país.
¿Será que los ganaderos se han vuelto tan estrictos que hoy cumplen a rajatabla con la norma legal? ¿Y antes fallaban y había que controlarlos? ¿Y hoy ni toreros ni subalternos infringen el reglamento contenido en la Ley Taurina? O será que los empresarios, hoy juez y parte en el espectáculo, son poco severos con los funcionarios que nombran y que fungen como autoridad, o al contrario son ellos los “relajados”, como diría un joven.
Esto de ser juez y parte si no se maneja con muy buen sentido y se le da al público la certeza de que sus intereses están siendo protegidos tanto en el callejón, como en los chiqueros y en el Palco de Usía, puede hacer más daño que las constantes arremetidas de los antitaurinos. Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile.
Añadido: Últimamente da la impresión que les quitan o les niegan la visa “gringa” a las personas honorables que no se dejan mangonear por ellos.
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