Genio. Inventor. Germofóbico. Solitario. Tal vez bipolar. Excéntrico. Adelantado para su tiempo. Forjador de nuestra modernidad. Ese fue Nikola Tesla, un hombre con tantas historias, mitos, caídas y logros que se convirtió en un héroe de la ciencia y la tecnología, una marca. Nació en medio de una gran tormenta eléctrica, como una metáfora a la vida de
quien nos enseñaría a usar la electricidad, pensar en la comunicación inalámbrica, mejorar la aviación y mucho más. El hijo de la tormenta vio la luz entre el 9 y 10 de julio de 1856.
En el libro Tesla, inventor de la modernidad, escrito por Richard Munson y publicado en Colombia por la editorial Indicios, se hace un profundo recorrido por los 86 años del serbio nacido en un territorio que hoy hace parte de Croacia. Nikola vivió bajo el yugo de una figura paterna religiosa, escritor y patriota, Milutin, pero su ingenio nació con su madre, Djuka, quien no sabía leer ni escribir pero desarrolló diversos aparatos en casa para facilitar la vida.
Tras una infancia marcada por enfermedades, debilidad física y la muerte de uno de sus hermanos, Tesla fue un avezado estudiante, lector empedernido, solitario, quien se enamoró de la electricidad aunque desarrolló desde muy joven actitudes excéntricas como su imposibilidad de tocar a otras personas o de que todo a su alrededor debía ser múltiplo de tres. Con una mente llena de ideas, decía que veía sus diagramas en la mente y luego los hacía realidad. Murió célibe aunque su último amor fue una paloma, que expiró a su lado. “Cuando aquella paloma murió, algo se me fue con ella. Supe que mi obra vital había concluido”, comentó en ese entonces. Pero Tesla fue mucho más grande que sus curiosidades.
La Guerra de las Corrientes, una historia llena de anécdotas, cartas y patentes en las que Thomas Edison, uno de los primeros jefes de Tesla y este lucharon por imponer la corriente alterna (del segundo) o la continua, del primero. En medio de esa lucha, poco a poco, Tesla ganó la partida pero Edison ganó la batalla. Por malas decisiones empresariales como por ejemplo renunciar a las regalías de sus desarrollos con Westinghouse Electric, Nikola terminó su vida quebrado, solo y ensimismado en un mar de conceptos, ideas, planos que iban desde la construcción de un láser destructor hasta un aparato para comunicarse con seres de otros planetas.
Pero en medio de una mente llena de complejidades, este hombre alto, flaco, con un bigote espeso y una mirada penetrante, logró desarrollos que cambiaron la forma en la que vivimos. La bobina Tesla brindó corriente eléctrica continua y uniforme de miles de voltios a cualquier frecuencia, lo que generó mejoras en la iluminación, fosforescencia, incluso en los rayos X. Además, aunque se dice que el creador de la radio fue Guglielmo Marconi, (por lo que le dieron el Nobel de Física), la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos en 1943 le dio el título a Tesla porque sin él y sus aparatos la radio no existiría.
Rompió paradigmas mientras en su interior se iba creando un volcán de contradicciones, perdió a las pocas personas que dejó entrar a su íntimo círculo pero incluso así era un showman. En esa época era reconocido por jugar con los rayos eléctricos, el magnetismo y la fosforescencia. “Nos hizo pensar a todos en un mago que sostiene una varita mágica”, escribió un periodista en una de las presentaciones que hizo en Europa.
Este libro cuenta las exageraciones, hitos, decadencia y legado de un hombre que vivió en el pasado pero siempre tuvo su mente en el futuro.
*Docente de la Universidad de Manizales. Editor de la revista de divulgación científica,
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