En medio de la oscuridad de las noticias falsas, de las cadenas de Whatsapp y de los gobiernos negacionistas, vale la pena regresar a las páginas de un libro que aunque fue escrito hace poco más de 15 años, no le sobra ni una frase para repensar el momento en el que vivimos.
El mundo y sus demonios (Editorial Planeta) del divulgador de la ciencia Carl Sagan, en algunos capítulos acompañado de Ann Druyan, busca encender una llama en medio de la pseudociencia, las respuestas fáciles y el poder del convencimiento por encima de los resultados científicos, que siempre están a prueba, nunca son una verdad absoluta.
Sagan recuerda, a través de los 25 capítulos, cosas como: “¿A qué intereses sirve la ignorancia? Si los humanos tenemos, por ejemplo, propensión hereditaria al odio a los forasteros, ¿no es el autoconocimiento el único antídoto?”. El texto realiza un recorrido histórico por el cual explica las razones por las que antiguamente se pensaba que la epilepsia era un designio divino o las explicaciones que algunos dan para cobrar una membresía y prometer que con la meditación podrán atravesar paredes, volverse invisibles, entre otros milagros seculares.
¿La respuesta? un cóctel de falta de educación, desconocimiento de las reglas físicas, manipulación, de “comer entero” y una muy baja interiorización del método científico. Esos ejemplos suenan exagerados, ¿cómo alguien cree eso?, pero hoy en día vivimos exactamente lo mismo, la sociedad ya no asesina mujeres porque eran “brujas”, como lo cuenta el libro (al menos), pero seguimos creyendo en cristales de energía, en que tomar agua con ajo o desinfectante quita la covid-19, en que la Tierra es plana.
Sin duda, hay aún miles de misterios por resolver, de hechos sin explicación (aparente), pero también hay un número exagerado de personas que desean manipular la mente (y el bolsillo) de muchos con hechizos, bebedizos o apariciones que una mente menos crédula puede explicar sin mucha dificultad. Sagan comenta dos válidos ejemplos:
El primero fue cuando a inicios de los 90, diferentes medios de comunicación -que harto se han equivocado al cubrir ciencia-, publicaban cosas como “Nueva fotografía de la NASA demuestra que los humanos vivieron en Marte” o “un satélite secreto de la NASA descubrió miles, incluso millones de voces”. Tuvieron que salir a desmentir, tanto científicos como administrativos, pero el daño ya estaba hecho.
Otro fue el de los círculos en los campos de trigo. Una mentira que llegó a varios países. De un día a otro aparecían misteriosas formas, cada vez más perfectas. Muchos las utilizaban como argumentos a favor de la visita de extraterrestres. Otros decían que eran fantasmas y que allí había “energía orgónica”. “En 1991, Doug Bower y Dave Chorley, dos amigos de Southampton, anunciaron que llevaban 15 años haciendo figuras en las cosechas”, les pareció gracioso. Cada vez fueron subiendo el nivel de complejidad, demostraron cómo lo hacían y la mentira se develó, aunque otros seguían asegurando que era imposible, que seres de otro planeta eran los autores.
Al final del libro, Sagan hace una fuerte crítica a los sistemas de educación, específicamente al de Estados Unidos -no me imagino qué diría del nuestro- en el que cada vez se enseña menos ciencia y se motiva poco a ser incrédulos. Dice que los sistemas políticos y sociales necesitan incluir la estructura del método científico para tomar más y mejores decisiones.
En medio de un momento coyuntural en el que la razón se ve, en algunos momentos, abnegada por motivos religiosos, políticos o simplemente por desconocimiento, regresar a Carl Sagan y Ann Druyan deja, entre otros, un mensaje: la historia humana no va en línea recta, hemos ido y venido dependiendo de en dónde se ubica el foco y la atención. Está en nosotros decidir si retomamos el conocimiento como centro del desarrollo o nos quedamos con la pseudociencia, las noticias falsas y las mentiras.
* Docente del Programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales. Editor de la revista de divulgación científica, Eureka.
En frases
* “Desconfía de los argumentos que proceden de la autoridad. Las autoridades deben demostrar sus opiniones como todos los demás”.
* “Es posible que la ciencia haya expulsado a fantasmas y brujas de nuestras creencias, pero con la misma rapidez se ha llenado el vacío con extraterrestres”.
* “La pseudociencia quiere las dos cosas: el lenguaje y la credibilidad de la ciencia, pero sin verse ligado por sus métodos y normas”.
* “La credulidad mata”.
* “La ciencia está lejos de ser un instrumento de conocimiento perfecto. Simplemente, es el mejor que tenemos”.
* “La ciencia proporciona un esencial sistema de alarma”.
* “Los periódicos, revistas o programas de televisión que se atienden meticulosamente a las restricciones de lo que realmente se conoce pierden clientela a favor de publicaciones con menos escrúpulos”
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