La Historia como estudio riguroso del pasado no ha sido entre nosotros un fuerte. En la educación se la ha desconocido, al punto de su desaparición por años como asignatura, pero reciente se ha promulgado una ley creándola de nuevo, con alegría de ficción, puesto que no se fijó una política ejercible de Estado en la formación de docentes, con solvencia en el conocimiento y seguros en la motivación pedagógica. Es parte de la tragedia que como espacio de Nación hemos padecido, en un conjunto de problemas desencadenantes de violencia que no termina.
Sinembargo, hay programas universitarios con formación cuidadosa e investigaciones serias, todavía sin mayor impacto en la escala educativa. Y ha habido también investigadores que se atrevieron a romper la tradición de la historia como un cuento de salón, para indagar en los archivos y con formación científica establecer motivos de los acontecimientos, con las debidas consecuencias. Es el caso de la reconocida “Nueva Historia” abierta con la escuela formada por Jaime Jaramillo-Uribe.
En esa línea puede inscribirse la obra de Álvaro Tirado-Mejía, quien en 1971 nos sorprende con su tesis de titularidad en la Universidad Nacional: “Introducción a la historia económica de Colombia”, libro que nutre a los más estudiosos universitarios que se aventuraban en aquellos años 70 a repensar el país e intentar formulaciones de cambio que, por desgracia, caen en los esquemas de polarizaciones insustanciales, y el mundo sigue. En esa obra se estudia el origen del capitalismo en el surgimiento de los estados nacionales, como consecuencia de la conquista de América.
Tirado-Mejía es colombiano de Medellín, abogado de la Universidad de Antioquia y doctorado de la Universidad de París, con destacada trayectoria académica en la Universidad Nacional de Colombia, con los honores debidos a su rango: profesor/investigador y emérito UN, investigador emérito de Colciencias, invitado en diversas universidades del mundo. Consultor en derechos económicos, sociales y culturales. Fue presidente de la comisión interamericana de derechos humanos en la OEA y embajador de Colombia en Ginebra. Su producción ensayística es bien amplia. En los temas de mayor interés pueden resaltarse: el gobierno de Alfonso López-Pumarejo, la reforma constitucional de 1936; descentralización y centralismo; historia y literatura; derechos humanos…
Una de las ocupaciones centrales de Tirado-Mejía, investigador, ha sido la significación ideológica y política de Alfonso López-Pumarejo, como intento de modernizar a Colombia, en los diversos campos de la actividad del Estado, lo cual logró en algunos renglones, en medio de febril oposición. Su libro “Aspectos políticos del primer gobierno de Alfonso López-Pumarejo 1934-1938” ha merecido cuatro ediciones.
Se trata de una obra capital, con minucia de investigación, que comprende estudio de los procesos en la época como la participación del pueblo, la actitud de los partidos políticos tradicionales, los conflictos que López padeció con su partido, con el Congreso, con la encarnizada oposición,… Sinembargo, por su reciedumbre intelectual y política consiguió en 1936 una trascendental reforma de la Constitución de 1886, con pasos adelante por la conquista de un Estado laico con un sistema de educación regido no por el monopolio de la Iglesia sino orientado a formar personas de manera integral, en los conocimientos y en los deberes ciudadanos.
Alfonso López-Pumarejo (1886-1959) recibió educación en los Estados Unidos y en Inglaterra, y perteneció a la reconocida “generación del centenario”. A edad temprana entró a colaborar con su padre, Pedro A. López, en su empresa “Casa López”, de notable emprendimiento en la creación y consolidación de industrias, entre ellas las del café, los transportes, la agricultura, la banca. En esas labores López-Pumarejo adquirió experiencias valiosas en temas financieros. Pero su inclinación a la política lo llevó a ocuparse de temas nacionales, con notable inteligencia y comprensión cabal de los problemas, puesto que su sensibilidad social era reconocida y notable. Condición que le llevó a la presidencia en 1934, con programa de profundo calado popular recogido en los lemas de la “República Liberal”, después de 60 años de dominio Conservador, y de la “Revolución en Marcha”, en la comprensión que era posible una gran transformación del Estado sin apelar a medios violentos, con énfasis en la revolución agro-industrial.
La política de López conducía a modernizar a Colombia, por medio de una serie de reformas de gran impacto, que involucraron aspectos tributarios, constitucionales, educativos, laborales y en las relaciones internacionales. Impulsó una reforma agraria con la propuesta de redistribuir la tierra para que quienes la trabajaban fueran sus propietarios, con normativa especial para arrendatarios y colonos. Viejo anhelo que ha tenido enconadas oposiciones, hasta dar al traste con ella, una y otra vez.
En la educación universitaria, lo estudia Tirado-Mejía, López la concibió integrada en un sistema con los niveles que le anteceden, con reforma del bachillerato y de ella misma, con la Universidad Nacional de Colombia como cabeza del sistema, y creó la Ciudad Universitaria, en su campus central en Bogotá, al congregar escuelas dispersas de educación superior.
Vale repetir lo dicho tantas veces por Tirado-Mejía: “Alfonso López-Pumarejo fue el estadista más importante del siglo XX en Colombia”.
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