En tiempos de crisis es necesario propiciar actitudes constructivas, con serenidad de espíritu, argumentación racional y pensamiento crítico, sin tragar entero el cúmulo de informaciones que circulan. Para todo eso se requieren liderazgos intelectuales, académicos, científicos, sociales,… Y esos liderazgos no pululan, no se encuentran volteando la esquina. Pero por fortuna de pronto afloran y se sostienen palpitantes en la opinión pública, sin sesgos políticos ni religiosos. Pensamiento crítico, es decir, actitud de libre examen, se requiere para discernir las cuestiones de manera desapasionada, que permita enunciar los problemas y dar enfoque para de manera colegiada o colectiva se encaminen las soluciones.
Lo anterior lo digo para destacar la personalidad de Moisés Wasserman, científico, académico, educador, voz pública. Desde su rectorado en la Universidad Nacional de Colombia alcanzó amplia proyección por sus planteamientos. Y como columnista semanal de prensa se ha ocupado, con grata escritura, de variados temas que maneja con información, inteligencia y soltura. Su liderazgo se ha construido por su calificada voz pública, de pensamiento sosegado y con posiciones esclarecedoras. Ha publicado el libro “La educación en Colombia” (Ed. Debate, Bogotá 2021).
Wasserman se precia de ser optimista, y ejerce. Su libro tiene estructura de rigor y nos va llevando paso a paso por capítulos y apartados de manera progresiva. Expone con brevedad ilustrada el sistema de la educación en Colombia con soportes en la Constitución de 1991, la “Ley General de Educación” (Ley 115 de 1994), con las conquistas de destacar: libertad de enseñanza, aprendizaje y cátedra; investigación científica, cultura y creación artística. La educación como derecho y servicio público. La autonomía escolar. Los objetivos de formar la personalidad, la responsabilidad, el comportamiento ético, participativo y democrático.
Hay dos capítulos en el libro en los que se dedica a examinar lo alcanzado en educación, con el título “El vaso medio lleno”, y el otro para mostrar las carencias, todo lo que nos falta, corresponde a “El vaso medio vacío”. Anota en el primero que como logro mayor hoy entendemos más los problemas relacionados con lo nacional, lo regional y lo individual, lo que permite afrontarlos de mejor manera. Muestra cifras dicientes. La población analfabeta era del 5,2% en el 2018, cuando en 1964 se tenía el 27,1%. En tiempos actuales la cobertura de la educación básica es cercana al 90%. En la educación media los indicadores son menos positivos. En cuanto a universidades, indica que en 1964 la cobertura era apenas del 4%, y hoy es del orden del 53%. Complementa las anotaciones del vaso medio lleno, al decir que el Ministerio de Educación Nacional dispone de valiosas bases de datos, lo que permite hacer seguimiento oportuno a la actividad educativa.
El capítulo dedicado a “El vaso medio vacío” es el recuento de las deficiencias y lo faltante. Advierte que la cobertura no es uniforme, con resultado de diferencias en grupos sociales e inequidad. Indica problemas serios en calidad, con desigualdades apreciables entre las educaciones pública y la privada en primera infancia, preescolar, básica y media, al igual que entre la urbana y la rural. Observa problemas en la formación de los maestros, también la discrepancia en la oferta de las universidades, con efectos negativos en la equidad y la movilidad. Pone de presente que “las carencias más grandes en nuestro sistema son de calidad.”
Se formula la inquietud de la educación del futuro, con la observación que ella debería ser la de hoy, puesto que a quienes la atienden les corresponderá actuar en ese futuro. Indaga por cómo formar en profesiones y trabajos que todavía no existen, cómo alcanzar que la persona pasado un tiempo no vea obsoleto o innecesario lo aprendido, cómo formar personas integrales y satisfechas con lo que hacen. En el conjunto de interrogantes que se plantea llega a considerar que quizá habrá un retorno a lo fundamental, a lo que gesta la capacidad de comprender y adaptarse al mundo cambiante, con disposición de pensamiento para el libre examen, para el trabajo en equipo, para el estudio permanente. Reclama la necesidad de una formación matemática mínima para contribuir en la comprensión del mundo y sus fenómenos.
La gran conclusión la expresa el autor, de esta manera: hay un rezago educativo serio en Colombia, con ampliación de brechas y retroceso en indicadores. A la salida de la pandemia habrá que idear estrategias de reparación.
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