El ciclo del silencio sobrecoge nubes y ampara tormentas, en lo difuso de la vigilia. Silencio acobarda la palabra calcinada por el furor de las risas, en el lugar de los desafueros. La vigilia recompone las ideas, claudicadas en los momentos de exilio. Y el desafuero cobra víctimas en poblaciones desalojadas de su sombra. Retazos de historia a su vez componen el rompecabezas con la figura cósmica de la flor del sietecueros. En el exilio las voces consiguen hacer más perdurable la espera, por un mundo mejor, mientras los arreboles de la tarde componen el signo del destino.
La pura sombra del amor perdido descubre el aire del pensar pasajero, entre moles de recuerdos y palabras desvanecidas. En el amor la sombra es el olvido, con oleajes y espumas sujetos a la contraportada de mares ensimismados, y montañas en atisbo de lejanías. Recuerdos en la distancia de la colosal medianía, desdeñados en la juntura de tiempos perdidos en la longitud etérea de las canciones. La memoria del tiempo reconstruye las formas del estar, en la ocupación de los lugares abandonados por la infancia. Rebeldía fue luego el horizonte de la espera, hasta el sol de hoy, en la contienda del silencio.
Arrebujada cortesía en los atardeceres de plomo, apretujaron la voz de los incisos en cuello para romper la tiranía del silencio y proceder a conjurar el diálogo de los improperios, entre celebridades. La escena resultó ser premonitoria de los momentos menos felices, en aquella población del ditirambo. Las tardes se sucedieron con los claustros despojados de sentido, al abrirle paso a las insolencias vesperales. Súplica de incienso y cobardía conquistó de nuevo los espacios para hacer del aire sortijas de humo. La cortesía expande fortuna de meditación, en los jardines de pobreza.
En los pormenores de la concordia salta la desidia de héroes en derrota, y por los caminos corre el tiempo en desbandada. Concordia en el aprecio de las especies, sujetas a protectores de niebla, con circulación restringida a los espacios de casandras y golondrinas. Al parecer, todo supone un circuito de ignominias en las terrazas pandas, acuclilladas de olvido, entre fases de colores y rasgos propensos a la indefensión. Espacios sobrecogidos por lo insensato de los pareceres, facilitadores a su vez de la esperanza tardía. En los pormenores, la concordia presupone de cuentas no habidas.
Resultados en cuadernos de consolación por las anomalías del pasado, con apuntes en desmedro rompen las ilusiones en tiempos de farol y empañan voces en entonaciones difusas. Cuadernos para apuntar la siega en los trigales de emociones contenidas, con pasar de hojas a expensas de golosinas elásticas en el sabor de espectro entre el sí y el no, con el quizá de punto medio. Voces suelen ocurrirse en los veranos de fantasía, al rodar de tiempos en proclama, con la reverencia por los olvidos y las especulaciones. Lo elástico es lo flexible de las comprensiones.
Enhiesta en la mirada la persona observa con la palabra contenida, y el sollozo entrecortado. Del mirar se pasa a los besos, contenido el pulso, y la soberbia camuflada desparrama las ansias del querer, en libre paso de la amalgama en el gozo y el sufrimiento. Cartones al aire distraen la codicia en manos de forasteros, con la voz cándida que aterciopela los labios. La crisálida entonces despierta de su letargo y al presumir vida agita los entornos, hasta saciar la sed en el oasis de las lamentaciones. Enhiesto el personaje se inclina con balanza de saberes, del lado de un mundo de incertidumbres.
Refugio de soles en la madrugada, con pesquisa de nostalgia y sensación de silencio en la sobriedad de horas, al sucederse con pálpito de faena interminable. Soles perdidos en el infinito de un universo en expansión, sin sombras, apenas la sorpresa indefinida del cuándo, del dónde, del para qué, del por qué, del quién sabe,… Suculenta avaricia en días de sombra, escurridiza en voces, con dilatada forma de colores evanescentes. Universo sometido a veleros de tránsfugas, con sextantes colonizadores en desacuerdos. Y el silencio apacigua aquellas voces.
Sueño de pasiones medidas con la vara de tiempos fugitivos, en la gala de miradas entrecortadas. Espuma de aire y luz, en el entorno de claveles sostenidos por la inmensidad de promesas desfallecidas. Ritos de presagio en las plazas del desconcierto, ritualizan lo pasajero del estar ahí, asidos todos de presunciones sin legitimidad alguna.
Todo esto era el suculento paso de la nostalgia a los terrenos de la alegría. Senderos en multicolor sedimentaron las palabras y de ellas han quedado los ecos de procedencia lejana. Ruinas en los cuarteles de los fugitivos agredieron el paisaje del ocaso, al suscitar del aire cierta inconformidad manifiesta en ventiscas de malhumorada condición. Palabras en sedimento acudieron a cubrir las espaldas en la alevosa manifestación sin fronteras. Y el tiempo se hizo elástico, para acoger los esfuerzos desmedidos en la contención de la risa.
El desenlace ocurre a la manera del despeje entre neblinas, postrados frente al crepúsculo.
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