Cuando el videojuego se detenía, lo mejor era parar, extraer el casete, tomarlo con las dos manos, soplar fuerte por la ranura hasta sacarle el mugre, ponerlo de nuevo en la consola y volver a prender. Era la solución para todo: santo remedio.
Es lo más gráfico que se me ocurre para cuando haya un después al final de todo esto. Al menos a mi generación, la de las primeras consolas de videojuegos, le quedará fácil saber que, con la realidad detenida por el coronavirus, será indispensable saber soplar y saber volver a prender. La diferencia es que al final de todo ya no encontraremos el mismo juego.
La primera pregunta es cómo estamos soplando en esta realidad detenida. Yuval Noah Harari ha enfatizado en el Financial Times que, para este momento de crisis, tendremos que decidir, de un lado, entre la vigilancia totalitaria y el empoderamiento ciudadano. Del otro, entre el aislamiento nacionalista y la solidaridad global. Seguro que cada decisión tendrá un poco de todas, pero entonces el debate será qué tanto de unas y qué tanto de otras.
Ante la amenaza y el miedo: ¿Qué tanto necesitamos que el Estado moderno use sus tecnologías más avanzadas en control, sanción, fuerza, normalización e intromisión? ¿Qué tanta libertad y autonomía estamos dispuestos a darle a la ciudadanía para que asegure su mínimo vital y también ayude? ¿Qué tanto y qué tan rápido queremos cerrar las fronteras, sin importar cuántos dejemos atrás, sin importar a quiénes de afuera necesitemos? ¿Qué tanta capacidad tenemos al momento de tender lazos con quienes nos necesitan o nos ayudan desde el otro lado de las fronteras?
Tendremos que aprender a reconocer esa tensión entre vigilancia o empoderamiento, entre aislamiento o solidaridad; pero también, más importante, aprender a resolver la tensión con equilibrio. Reconocerla y resolverla en las decisiones que toman los gobiernos, en las que le pedimos con urgencia, o incluso en las que asumimos en lo íntimo, justo cuando esto íntimo alcanza la mayor responsabilidad social. Es no perder de vista que cada paso que damos para protegernos puede poner contra el filo a alguien más. Es lograr que todavía, aún en la urgencia más urgente, queden quienes rechacen las decisiones públicas que no nazcan de una reflexión y una ponderación de los derechos humanos. Salvar la vida sin dignidad no es precisamente salvar a la humanidad.
La segunda pregunta es qué vendrá cuando volvamos a prender. David Nabarro, líder de la OMS en Europa, la ha dicho a El País de España que esta amenaza para la humanidad “es una especie de ensayo para algunos de los otros desafíos que enfrentamos, como la pérdida de biodiversidad y la rápida aceleración de la temperatura de la tierra”. En estos días de simulacros, valdría reconocer que al final de todo habremos ensayado otra forma de resolver juntos otros pendientes.
Al volver a prender, deberíamos encontrar en la realidad lo que creíamos imposible o marginal, lo que manteníamos aplazado o inútil, o lo que creíamos de muy largo plazo.
Un mejor lugar en la realidad para el campo, que nos da vida al llenarnos las alacenas y estanterías. Para las huertas urbanas, que hablan de seguridad alimentaria en la mitad de las ciudades. Para los servicios públicos que nos acompañan y el Internet que se hizo parte del mínimo vital. Para las empresas y microempresas, que sostienen más de lo que vemos y creemos. Para la biodiversidad, que nos amenaza pero que nos salva. Para la ciencia, que debería conversar con más públicos y reclamar su aplicación cotidiana. Para los medios de comunicación, que nos informan para tomar decisiones oportunas. Para la salud, que vive entre zancadillas por su sistema y a veces por su corrupción. Un mejor lugar para la filosofía, la psiquiatría y la psicología, donde buscamos las respuestas cuando vemos en soledad y con miedo nuestras ansiedades.
Un Estado distinto, con sus tecnologías y sus discursos en otros frentes. Un sistema económico con más conciencia de la imprevisión y menos mitos sobre la permanencia. Y como lo diría Carlos Monsiváis en sus “Crónicas de la sociedad que se organiza”, una sociedad civil que aproveche al máximo las infrecuentes oportunidades de existir y verifique por más tiempo el alcance de sus poderes, como cambiar las reglas de juego.
Esto último termina con un largo espacio en blanco. Cualquier lector de hoy podría llenarlo con sus ideas diarias sobre mañana.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015