La política en Manizales pasa por su momento más cínico. Se debe a dos elementos. De un lado, hay una incertidumbre general: la duda sobre lo que es verdad o no en el gobierno, facilitada por la falta de decisión en las entidades de control y agravada por estrategias agresivas en redes sociales. De otro lado, un hecho político: el fantasma electoral de la revocatoria del alcalde, en suspenso por la pandemia.
No me refiero a lo cínico que fue reducido a falsedad por quienes gustan de insultar contradictores. Hablo de una mirada que recompuso el psicoanálisis, en el que el cinismo es un salvavidas rápido ante una crisis.
Allí el cínico es el que sabe la verdad pero la usa y la dice de manera calculada, con el cuidado de dejar un saldo personal a favor. Un sálvese quien pueda con la verdad utilizada a medias. Sin decirla del todo, para no quedar vulnerables; sin callarla, para no perderle réditos.
El primer elemento para el cinismo: la incertidumbre de no saber qué es cierto, de todo lo que nos dicen de este gobierno y del anterior. Un hecho en el que la política quiere llenar el vacío con sus verdades a medias.
En principio, esta incertidumbre viene de la impunidad y falta de resultados en las entidades de control. En la Fiscalía Seccional, en la Procuraduría Provincial, en la Personería y en las contralorías duermen los casos más graves del gobierno anterior y actual. Pasan meses sin decirnos si son hechos que merecen reproche y sanción. Facilitan que las denuncias ciudadanas terminen subestimadas como veedurías politizadas o noticias falsas.
Entonces la incertidumbre cae fácil en las estrategias de redes sociales. Los seguidores del alcalde cambian caricaturas de Homez para hacer creer que los opinadores se inclinan contra el partido Liberal. Y los críticos del gobierno manipulan una pieza de La Pulla para engañar con que la opinión es contra el alcalde Marín. Desinforman y enrarecen aún más lo que es y no es.
Es entonces el momento de las cuentas anónimas en redes. Un efecto de decirnos verdades pero disimuladas. Es el momento de las bodeguitas de lado y lado. Hacen creer que las opiniones en internet son espontáneas, cuando están en realidad dosificadas y organizadas por los planes fuera de la red.
El segundo elemento para el cinismo: la revocatoria como competencia electoral. Cada político cree ganar si dice la verdad pero si después la calla para protegerse. Entonces es el momento de las indirectas y de las verdades incompletas.
El alcalde habla de la corrupción que encontraron al recibir el poder. Pero sigue sin contarla como la tiene que contar. El “hagámonos pasito” solo es posible entre políticos que no se dicen la verdad completa.
El mandatario dice que “los bandidos” que lo amenazan hablan a través de “columnistas prepagos” -reprochable frente a libertad de prensa-. Insiste también en lo de “huérfanos de poder”. Siempre sin mencionar quiénes son, sin decir nombres, sin mostrar sustento. Una estrategia de usar palabras cínicas. Con ellas dice, para minar a los seguidores Octavio Cardona, que perdió el poder. Pero con ellas también calla, para que allí también quepan los columnistas y críticos que caigan.
Por su parte, el senador Mario Castaño reconoce que el partido Liberal cometió errores cuando gobernó en Manizales, pero no dice cuáles, ni dice nombres. Calla para protegerse.
“Algunos gobernantes han adoptado la costumbre de referirse a sus opositores o a quienes disienten de sus opiniones sin mencionar su nombre”, mostraba Elisabeth Ungar en El Espectador. ¿El cinismo que dice pero calla?
Ungar cita un artículo de The Atlantic, en el que se afirma, a partir de estudios en Berkeley, que los líderes pierden capacidades mentales al llegar al poder. “Actúan como si hubieran sufrido una lesión cerebral traumática”, dice el autor, Jerry Useem.
Así que no estamos lejos si decimos que este momento de incertidumbre sobre los gobiernos, con cinismo de los políticos, puede ser síntoma de una afección psíquica. A lo mejor, tanta opinión sobre la salud mental de gobernantes en concreto, viene más de evadir preguntas sobre el malestar psíquico de nuestra cultura política en general.
Como dice parte de la verdad, el cinismo se hace pasar por cura, pero en realidad es pandemia. La vacuna será el acto democrático de dudar e interrogar sobre los pedacitos que nos cuentan y de completar el cuento nosotros mismos.
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