En menos de un mes de gobierno, el alcalde Carlos Mario Marín ya empieza a caminar los senderos que se bifurcan. Un sendero de la “Manizales más grande” y otro del “Carlos Mario más grande”. Uno que le conviene y otro que también, pero que no son lo mismo. Como en el cuento de Borges, ‘El jardín de los senderos que se bifurcan’, hay que cuidarse de no terminar en un laberinto propio.
Por la forma en la que ganó, por su trayectoria, hay cierta paradoja que el alcalde se construyó en poco tiempo. De ahí que parezca siempre entre dos alternativas: ser o hacer, ganar o transformar, parecer o definir, prometer o cumplir.
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En primer lugar, el alcalde está entre dos senderos que se bifurcan: Ser apenas un símbolo mediático del cambio o ser la transformación que quiere su generación.
A nivel nacional, en medios y redes, su gobierno ya es un referente del cambio que dejaron las últimas elecciones. Que es el alcalde más joven de una capital, que ganó sin partidos tradicionales, que consiguió los votos con un megáfono, que armó un gabinete de mujeres y jóvenes, que se mueve en bicicleta. En este, Carlos Mario es más grande.
Sin embargo, se echó en hombros la expectativa de una transformación real y los expectantes no se quedan solo con la imagen, el símbolo, los titulares, los Facebook Live, o las fotos en buena resolución. Es la expectativa de toda una generación, la de muchos de nosotros, que soñó con transformar la ciudad, sobre todo en corrupción, inclusión y sostenibilidad; que soñó con llegar a gobernar sin pedirle permiso a los caudillos ni a las clientelas. Y esa expectativa será medida no solo por quienes se le oponen sino por quienes comparten su tiempo.
Ahora bien, cumplir con la expectativa es hacer a Manizales más grande, como promete, pero también es poner en juego su nombre y su carrera. Así fue el nombramiento de la primera mujer transgénero en una secretaría, mucho de cumplir y mucho de poner en juego.
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En segundo lugar, está entre otros dos senderos que se bifurcan: atreverse a construir una agenda nueva o reencauchar alguna del pasado.
En este punto, el alcalde parece estar teniendo la tentación de volver al pasado. Quizás porque, para comenzar, para diferenciarse rápido del gobierno anterior, parece un arranque seguro.
De un lado, tiende a volver a exacerbar eslóganes romantizados, donde la gente sonríe, levanta el pulgar, va en bicicleta, cruza por la cebra, camina en cámara lenta en la Plaza de Bolívar y dice, otra vez, que somos el “mejor vividero”. Y puede ser que estos mensajes le hagan justicia a realidades que vive Manizales, pero también han probado ser una forma efectiva de esconder nuestras deudas más viejas y recurrentes. Son al final mensajes públicos que ya vivimos con los gobiernos verdes del pasado (me refiero a los del Nuevo Partido y Salvación Nacional, que eran verdes por el descarte del rojo y del azul).
Del otro lado, el alcalde podría llegar a resucitar clientelas que parecían en su ocaso, mucho más al otro día de su triunfo en octubre. Clientelas viejas, con algunos exfuncionarios y contratistas que ya tuvieron su lugar y que presentan todavía saldos en rojo.
Lo cierto es que estos mensajes y clientelas sí le dieron réditos a gobernantes del pasado, algunos hasta saltaron al gobierno nacional. Así que con este sendero del pasado, Carlos Mario podría ser más grande. ¿Pero qué tan grande quedaría Manizales?
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Dicen que si al alcalde le va a bien, a la ciudad le va bien. Pero uno puede ser escéptico y recordar alcaldes que salieron mal, aún con los buenos indicadores de la ciudad, o alcaldes que salieron bien, a pesar del poco avance de la ciudad. En fin, senderos que se bifurcan.
En el cuento de Borges, Stephen Albert explica cómo entender la novela de T’sui Pên. Y dice: “En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts’ui Pên, opta -simultáneamente- por todas. Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan. De ahí las contradicciones de la novela”.
Puede ser que el alcalde logre caminar al tiempo todos senderos, las distintas alternativas. El reto será no terminar escribiendo sus contradicciones, su laberinto.
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