Si su lucha por la bicicleta es real y honesta, Manizales debe huir del fantasma de Bucaramanga. El debate de la bicicleta en la capital de Santander llegó al punto de dejar suspendida la construcción de algunas de sus ciclorrutas. Primero, se dejó convertir en una batalla judicial, con sus medidas cautelares y sus plazos engorrosos, pues con una acción popular hoy se discute si estas obras
están de acuerdo con las normas de planeación de la ciudad.
Después, la discusión se dejó llevar a una disputa electorera, entre escoger entre un alcalde que continuara las ciclorrutas o uno que las parara. Un debate con ataques entre bandos que metieron a la bicicleta en la forma del discurso pero poco en el fondo. Una puja que empezó cuando se vio que el personero, quien presentó la acción popular, era aliado de Fredy Anaya, un exalcalde cuestionado de Bucaramanga, excongresista, con bancada de oposición en el Concejo de esa ciudad. Anaya en realidad venía haciendo campaña para la Gobernación de Santander hasta que le revocaron su candidatura a última hora, por doble militancia.
En Manizales apareció un primer fallo judicial que ordenó retirar la ciclobanda de la avenida Santander, por violar medidas del Código de Tránsito de 2002. Algo que pareció evidente desde el principio. Con esto quedó claro que el fantasma Bucaramanga está a la vuelta de la esquina. Y si no cambia la actitud del gobierno y la forma del debate, puede que al final quedemos llenos de medidas cautelares y fallos, repletos de obras suspendidas, y con las soluciones hipotecadas al tiempo de los jueces o al vaivén de las elecciones.
Lo primero que nos cura del fantasma es que el gobierno de Manizales asuma las políticas de la bicicleta con más actitud técnica, normativa y dialogante, y menos afanosa o desafiante. No puede volver a suceder que las opciones de la bicicleta queden en suspenso a la primera disputa judicial, por una medida que no cumple con las normas más básicas o por la reacción de opositores que no tuvieron un lugar distinto para debatir.
La alcaldía sabe que la bicicleta es un cambio que no es fácil, que genera resistencia e incredulidad de varios sectores. Pero al saber esto no se puede ir por medidas aceleradas que quieran tomar ventaja en el debate, saltándolo o tomán- dolo desprevenido. Como vimos, la contraparte siempre encuentra la forma de devolverse su lugar.
Todo lo contrario, saber lo difícil del cambio es lo que debería motivar las etapas previas de planeación y participación. Lograr soluciones más audaces al cumplir con las normas que se tienen, así algunas se vean obsoletas, y soluciones más elocuentes al mostrar por qué han cambiado las ciudades en los últimos años. Asumir que la participación con la gente no es solo para garantizar consensos. También es reconocer que el diálogo permite una cultura pública de la disuasión, en la que así no se pueda convencer a todos, siempre se pueden atraer nuevos aliados.
Si hay cambio desde el gobierno, lo segundo que nos cura del fantasma es querer escucharnos. Que los críticos de la bicicleta, los defensores del carro y la moto, los escépticos, los preocupados, prefieran primero tomarse los espacios de diálogo e intercambio técnico, y no tanto los judiciales o los proselitistas. Que tengamos disposición de oírnos primero, antes de llevar el debate a otro lado y para otras cosas.
Que tengamos disposición de debatir sobre cómo cumplir con la norma y además cómo lograr las metas de sostenibilidad. Cumplir y privilegiar a la bicicleta, al peatón y al transporte público. Cumplir y entender la seguridad vial no tanto por la amplitud de vías sino por la reducción de velocidades, como dice la OMS. Cumplir y revisar si el tránsito por la derecha, como lo ordena la norma específica, puede en ocasiones desconocer el principio legal de seguridad para los biciusuarios, por el número de cruces a la derecha de los carros, o por la detención y arranque sobre la derecha del transporte público, como lo ha visto Bogotá con sus últimas ciclobandas. Cumplir y ver que la política de la bicicleta no se promueve por indicadores de qué tanto se usa, sino de qué tanto dejamos de usarla. Cumplir y discutir lo estratégico de enfatizar el vehículo no motorizado en los sectores planos de una ciudad de laderas. El fantasma no se invoca por lo que digamos de la bicicleta, se invoca por cómo debatimos sobre ella.
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