“Su modo de hablar, de opinar y hasta de caminar, era estrictamente oficial. Don Nepo olía a papel sellado y naftalina”. Con 40 años de burócrata, don Nepo no faltaba a su trabajo, llegaba puntual y tenía dos pasiones: sentirse un pilar de las buenas costumbres, el orden y la tradición, y mantener una aversión por los comunistas o por los muchachos de pelo largo, que fuman marihuana e irrespetan al gobierno.
Pero un día, al pasar por el parque de su barrio vio que “la belleza que lo rodeaba era irresistible”. La escena le trajo recuerdos de su pasado. “Sintió que en su alma apergaminada de funcionario nacían una nostalgia y una rebelión”. Se le desató una batalla entre la nostalgia por la vida perdida para siempre y su presente de burócrata. ¿Qué había hecho con sus años? Entonces, ese día, “por primera vez en su vida de funcionario, don Nepomuceno Bermúdez olvidó sus deberes”. Hizo su huelga.
Cuando se protesta en Manizales recuerdo este cuento de José Vélez Sáenz: ‘Don Nepomuceno Bermúdez se declara en huelga (Estampa burocrática)’. Publicado en 1988, dentro del libro ‘De la tragedia, del humor y del absurdo’.
Me gusta recordar el día de don Nepo porque nos muestra que ningún nivel de orden, puntualidad o civismo nos alcanza para evitar la protesta de lo perdido o lo pendiente. Manizales suele ser de las mejores en calidad de vida o en competitividad. Siempre la más oficial, la más puntual. Es cierto que esto permite que el bienestar sea real y no solo de palabra, pero de ninguna manera nos asegura un consenso, ni siquiera un salvavidas contra el reclamo y la protesta. Entre el “la más cívica”, “la más sostenible”, “el mejor vividero”, “la vida es bella”, siempre quedará una nostalgia de lo perdido y una rebelión por lo pendiente entre quienes estamos dejando atrás.
Por eso, los días de protesta que vienen desde el 2019 se viven también en Manizales. Puede que haya consignas e impulsos que vengan desde otras capitales del país y del mundo, pero entre los motivos de la movilización existen algunos que nacen de la realidad más local. Así pues, aunque no nos alcance para las salidas a problemas nacionales, los liderazgos colectivos de la región debemos interpretar aquellas demandas que piden una solución desde el territorio.
En Manizales, el 10 de septiembre amaneció un cartel inmenso colgado en la Torre del Cable. “Los Nadie”, decía. La Alcaldía muy pronto lo bajó porque iba en contra de normas patrimoniales de la torre. En lo personal, creo que el cartel hizo pensar en varios nadies de nuestra ciudad.
Piensa uno en los ni-ni. Jóvenes entre los 18 y 24 años que no encuentran cómo estudiar ni trabajar. Que en Manizales, según los últimos informes de Manizales Cómo Vamos antes de la pandemia, todavía seguían alcanzando cifras del 20%. Piensa uno en los egresados y egresadas que siguen sin encontrar su primer empleo.
Piensa uno en los y las jóvenes de la Ciudadela Norte y de otros barrios, quienes son motivo de la alerta temprana de la Defensoría del Pueblo ante la presencia de grupos criminales en la ciudad. Piensa uno en organizaciones, como Subámonos al Bus del POT, Armario Abierto o el CEDAT, que según la misma alerta oficial pueden terminar amenazadas.
Piensa uno en los habitantes de la comuna San José, víctimas de un macrodesastre sin justicia ni reparación. ¿Qué vía jurídica, institucional, oficial, burocrática les quedará por usar? Lo último fue un cabildo abierto, el año pasado, al que el alcalde ni fue.
Piensa uno en tantos nadies que necesitan una Policía activa y eficaz, pero también con tolerancia al escrutinio, a la crítica y al control, y con apego al poder civil. Nadies en los barrios que saben que en Manizales no debería ser difícil tener una Policía así.
Si los nadie no reciben respuesta a su llamada, whatsapp o correo, es probable que salgan a protestar. Por eso, los días de protesta de don Nepo deben seguir encontrándonos con la mejor calidad de vida, pero también con la mejor democracia local, con espacios de reconocimiento y diálogo con lo perdido y lo pendiente. Solo en esos días demostraremos que lo disruptivo es la conversación desarmada entre todos, y que los violentos que disparan contra la manifestación o que destruyen un CAI solo son parte del estado de cosas de siempre.
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