A veces parece de mal gusto opinar en causa propia. Sin embargo, al impulsar ideas desde las percepciones particulares, la opinión suele ser el lugar más transparente para defender lo propio. Así que aquí va mi opinión y mi causa. Que el lector recuerde que quien escribe trabaja hoy para la Corporación Cívica de Caldas.
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Que la Corporación Cívica de Caldas (CCC) exista es un milagro. Fue un milagro su creación, en 1982; es un milagro que haya permanecido hasta hoy con el esfuerzo económico y humano de gremios, empresarios y ciudadanos en general; es un milagro que haya nacido y persistido con el propósito de defender lo colectivo mediante la lucha contra la corrupción y la promoción de la cultura de la legalidad y del desarrollo sostenible.
Por milagro me refiero a que es un respiro, un aliento entre las dificultades de estar en una comunidad política que tiende al abuso. Por milagro me refiero a que fue una idea sin precedentes en el país y que aún es inédita en otras ciudades. Por milagro me refiero a que es una apuesta civil y empresarial fuera de lo común entre las otras que el sector privado suele forjar para temas públicos.
Quienes dedicaron sus esfuerzos para fundar y mantener vigente la CCC han partido de dos ideas: la acción y la responsabilidad.
En septiembre del año pasado, la organización Transparencia Internacional publicó el capítulo para América y El Caribe del Barómetro Global de la Corrupción. Entre los hallazgos, se encontró que en el continente, a pesar de las noticas, la mayoría de ciudadanos (el 77%) cree que con su acción todavía puede marcar diferencia contra la corrupción. “A pesar del temor a las represalias y la inacción, las personas están esperanzadas”, se lee del informe. Así pues, pareciera que no descansa ni se destruye el ímpetu de proteger lo de todos; pareciera que no se apaga la búsqueda por sancionar responsables, por recuperar recursos perdidos y por garantizar que no se repita.
Es decir, la gente todavía cree que su acción sirve. Se mantiene la convicción de que la cura contra la corrupción pasa por una sociedad civil que actúa para prevenirla y denunciarla. Así la CCC, organización especializada y de tiempo completo, termina por ser una respuesta para ciudadanos, académicos y empresarios que no quieren quedarse quietos mientras la corrupción avanza.
Por otro lado, en el reciente Manifiesto de Davos se puede leer que “la responsabilidad cívica empresarial global exige que las empresas aprovechen sus competencias básicas, su espíritu empresarial, sus habilidades y los recursos pertinentes en iniciativas colaborativas con otras empresas y stakeholders con el fin de mejorar el estado del mundo”. A su vez se refirió a que una empresa “apoya a las comunidades en las que trabaja (...). Garantiza un uso seguro, ético y eficaz de los datos. Actúa como garante del universo ambiental y material para las generaciones futuras.”
En pocas palabras, se reconoce que el sector privado, específicamente el empresarial, tiene una responsabilidad con el cuidado de los bienes de la comunidad que habita, de los recursos del entorno que impacta, y de los datos que produce y gestiona. Bienes, recursos y datos por los que la CCC hoy tiene la misión de promover una sociedad transparente y un gobierno abierto que garanticen derechos y mercados.
Hoy la CCC es el fruto de quienes la han alentado con acción y responsabilidad. Habla de veeduría, de datos abiertos, de contrataciones abiertas, de acceso a la información pública, de observación electoral. Habla de civismo, de cultura de la legalidad, de desarrollo sostenible, de calidad del aire, de seguridad vial. Habla de pedagogía, de democracia, de participación ciudadana.
Hoy la CCC es una organización madura. Busca los más altos niveles de imparcialidad y hace control social a todos los gobiernos locales, desde los más dialogantes hasta los más intolerantes. Escucha las críticas y aprende de sus errores. Construye redes con organizaciones de nivel local, nacional y global. Tiene voz autorizada ante las entidades de control. Siempre en un discurso dialógico, de respeto; siempre en su lugar de intérprete y de denunciante, pero no de juez; siempre buscando que la transformación sea producto, primero, del fortalecimiento de nuestras instituciones.
Para que esto no se detenga, hoy seguimos buscando más ciudadanos y más empresarios con ganas de actuar y de ser responsables frente a la corrupción y el desarrollo sostenible. Que nos oigan nuestra trayectoria, que nos cuenten sus ideas innovadoras y que se sumen.
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