Para ser productivos necesitamos más acción y menos inspiración.
No se trata de cuánto tiempo inviertes en tus hábitos, sino de que tan importantes son las acciones que realizas. Hay rutinas simples que puedes hacer todos los días para aumentar drásticamente tu productividad sin volverte esclavo de las tendencias.
Para alcanzar tus objetivos, necesitas un sistema. Necesitas crear hábitos y tienes que practicar el tiempo suficiente para dejar que la magia suceda. Y si has escuchado esto muchas veces es porque así funciona tu cerebro.
Necesitas establecer una rutina que sea sostenible, que este conformada por tareas realistas que requieran poco tiempo y generen altos beneficios para tu vida. La ventaja de una rutina es que entre más la repites, mejores son los resultados que obtienes y por lo tanto tu cerebro te impulsa a mantenerla por medio de la consolidación de una red neuronal de comportamientos positivos.
Hay tres microhábitos que cuando logras incorporarlos en tu vida marcan una gran diferencia, ya que te permiten tener equilibrio entre la productividad y el bienestar.
1. Entrena tu agilidad emocional: esto no quiere decir que actúes de manera impulsiva, por el contrario, tal y como te lo explico en mi libro El arte de pensar bien. La agilidad emocional es una capacidad que desarrollas al responder de manera consciente y efectiva ante los retos y las presiones cotidianas, para lograrlo debes aprender a reconocer ¿qué emoción se está presentando en tu vida?, ¿qué lección puedes sacar de la situación? y ¿qué alternativa de comportamiento puedes tener la próxima vez que estés ante un desafío similar? Entre más te hagas estas preguntas y más las contestes conscientemente, mayor será la capacidad que tendrás de manejar situaciones complejas.
2. Esfuérzate por terminar una tarea que sea tediosa y poco motivadora: tenemos que aprender a actuar con claridad de propósito en lugar de movilizados por el refuerzo de la dopamina. Elige cada día una tarea que no te motive, como tender tu cama, contactar un cliente difícil o ejercitarte, y hazla como parte de tu entrenamiento mental, ya verás cómo después de hacer esto durante unos días, te darás cuenta de que el problema no es la tarea en sí. Es tu hábito de posponer las cosas. Es querer sentirte siempre cómodo, especialmente cuando tienes una tarea difícil. Pero a menudo, una vez que das el primer paso, rompes la inercia te animas y haces el trabajo.
3. Reemplaza un comportamiento que te limita con uno que te potencia: para esto puedes hacer una lista de comportamientos que sabes que te hacen mal, como comer comida chatarra, pasar muchas horas en las redes sociales o tener desordenada tu casa, y en frente escribir la alternativa con la que los puedes reemplazar, el solo hecho de escribirlas y leerlas hace que vuelvas visible y tangible la situación, lo que te da un impulso para transformarla, puedes empezar con acciones pequeñas, como tener una sola alarma en tu despertador o comprometerte con salir a caminar diez minutos cada día.
Nuestra vida está conformada de pequeñas acciones, así que elije algo con lo que tengas dificultades, define la conducta de reemplazo y aumenta lentamente el tiempo que dedicas a desarrollar ese buen hábito. Cuando sientas que ya lo tienes consolidado, puedes comenzar a trabajar en el siguiente.
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