Las noticias nos abruman con situaciones absurdas, como la fuga de la exparlamentaria Aída Merlano, condenada a 15 años de prisión por corrupción política y delitos electorales, en vísperas de unas nuevas elecciones regionales, donde las buenas y las malas prácticas políticas nos acechan, es triste ver cómo los corruptos se salen con la suya y esta señora Merlano se les vuela a las autoridades en sus narices, así que la justicia la juzga y la condena pero ella se escapa, dejando unas consecuencias graves, incluso para su propia familia, pues ahora su hija está acusada de complicidad. Peor aún es enterarse de su biografía, amante de un hombre poderoso, que la respaldó y la llevó al cargo, seguramente igual o más culpable que ella en términos de corrupción, pero será decir que se usaron mutuamente y esos casos no son exclusivos de la costa Caribe, en muchas partes del país, inclusive Caldas, también se tejen alianzas entre mujeres inescrupulosas y hombres con poder económico y sagacidad, así que estos casos son más frecuentes de lo que todos quisiéramos.
En medio de esta desesperanza me topé con un personaje muy interesante, se llama Joan Antoni Melé, el impulsador en España de un concepto muy revolucionario llamado la banca ética. Un banquero humanista, él mismo plantea el contrasentido que esto implica en una de sus conferencias; “mire si las cosas están mal, que un banquero se tiene que dedicar a formar en valores”. Él plantea el interrogante de por qué los jóvenes cada vez caen más frecuentemente en el alcohol y las drogas o en el suicidio, a pesar de vivir en países desarrollados, con niveles de vida altos. Cuenta como en Barcelona, su ciudad natal, el suicidio es la principal causa de muerte en la población entre 15 y 45 años. Y nosotros, en esta ciudad, deberíamos estar preguntándonos lo mismo; por qué si Manizales es la mejor ciudad para vivir de Colombia, lo cual nos enorgullece a todos, presentamos la tasa de suicidios más alta de las ciudades del país, con un promedio de 9,7 por cada cien mil habitantes, cuando el promedio del país es de 4,9 por cada cien mil, o sea que casi doblamos la media nacional.
El conferencista plantea que esto se debe a la pérdida del sentido de la vida, a la soledad profunda o al sentirse ignorado o rodeado de personas que son indiferentes. Para Melé el problema no solo consiste en que los “malos” hagan cosas malas, sino en que los “buenos” no hagan nada. El abstencionismo político, en mi concepto, cae en esta última categoría, es muy fácil hacerse a un lado y no votar, justificando esa omisión porque todos los políticos son una porquería. Es verdad que hay que buscar con pinzas para dar el voto lo mejor que se pueda y aún queda la posibilidad de que uno se arrepienta después de hacerlo, pero no votar es dejarle el paso libre a la maquinaria clientelista y corrupta que está por ahí comprando votos, trasteando electores, confabulándose para llegar a los cargos de poder a repartirse el país como mejor les conviene; es dejarle el camino libre a las Aídas y a los Gerleins para que lleguen al poder a hacer lo que saben.
Para construir un país diferente tenemos que vencer la indiferencia, por eso insisto en que es necesario votar y hacerlo a conciencia; investigando y escogiendo los candidatos que vamos a apoyar con mucho cuidado, porque no es absteniéndonos que vamos a mejorar este país, es apoyando a pequeños Quijotes en su empeño por hacer algo para que las cosas cambien, sin olvidarnos que el cambio siempre comienza en nosotros. Si queremos políticos con ética, demos prioridad a este valor en todas las esferas de nuestra vida, esa es la manera de generar un cambio real en nuestro entorno.
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