“Decíamos ayer” que los soviéticos reconstruyeron el Palacio de Buda luego de la Segunda Guerra Mundial, y lo hicieron a su manera. Por eso suprimieron las habitaciones, alcobas, comedores y todas las estancias típicas y lujosas de los palacios reales y las reemplazaron por amplias salas para exposiciones, y dijimos que de esta manera la Galería Nacional Húngara y el Museo de Historia de Budapest tienen ahora asiento en el Palacio. Me hubiera gustado mucho conocer el Palacio de la época anterior a la Segunda Guerra Mundial. Lo imagino como en las películas que vemos sobre las cortes imperiales y las guerras de siglo XIX, siglo fecundo en guerras como en movimientos artísticos y literarios. Las películas nos muestran los fastuosos bailes en los inmensos y lujosos salones y a continuación a los mismos elegantes militares que abandonaban a las bellas mujeres para marchar a la batalla. Así debieron ser las fiestas en los salones del Palacio Imperial de Viena en la época de Francisco José y su esposa la emperatriz Sisi, cuando los militares bailaban al son de los valses vieneses. Luego los clarines de guerra llamaban a los combates en la Revolución de 1848 cuando Hungría luchaba valientemente por su independencia.
Comencemos por el Museo de Historia de Budapest. En el primer piso hay una exposición permanente “Budapest, Luz y sombra, 1.000 años de historia de una capital” que muestra la historia de la ciudad desde la fundación romana de Aquincum hasta el acontecimiento clave del cambio político de 1989.
El otro museo, al que se le ha dado más importancia a juzgar por el número de alas del palacio que ocupa, cuatro en total, es la Galería Nacional de Hungría, fundada en 1957 y que reúne la más valiosa y amplia colección del arte húngaro desde la Edad Media hasta el siglo XX. Al fundarse la Galería a ella se trasladaron las obras de arte y objetos que estaban dispersos en varios museos y galerías de la ciudad. La Galería alberga seis exposiciones permanentes de arte. Las seis exposiciones recorren toda la historia del arte del país, exceptuando la época de la dominación otomana en la que prácticamente el arte desapareció, pero que luego de la expulsión de los turcos resurgió con gran vigor. Fue entonces un florecimiento de todas las modalidades del arte vernáculo. Es especialmente importante la pintura del siglo XIX.
En la planta baja en la sección llamada “El Lapidario” se destacan una escultura de la cabeza del rey Bela III del año 1200 y dos bajorrelieves en mármol del rey Matías y su esposa, Beatriz. El guía me hace admirar y me resalta la importancia de las obras principales del museo. Por ejemplo la llamada Virgen de Bartfay, del período gótico y La Visitación, del gótico tardío húngaro. El guía me habla y me hace admirar obras de artistas de los que yo no tenía la menor idea, lo reconozco. Nombres como los pintores Joseph Dorfmeister y Franz Anton Maulbertsch. Me hace admirar las esculturas de madera de Donner. No necesito que el guía me valore la importancia y belleza de unos retablos del gótico procedentes de una iglesia de Kissenben, hoy Sabinov en Eslovaquia y procedentes del siglo XVI; son los retablos de Santa Ana y San Juan Bautista.
La colección de pinturas del siglo XIX es la más importante de la Galería. Siendo este siglo el de las revoluciones y del sentimiento nacionalista muchas obras reflejan este sentimiento patriótico. El sentimiento artístico dominante es el llamado historicismo. Gyula Benczur y Bertalan Szekely fueron los abanderados.
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