Quiero narrar algunas peripecias de uno de los grandes protagonistas de la Segunda Guerra Mundial que vivió en España, amparado por Franco y a quien tuve la suerte de conocer en 1974. Se trata del coronel nazi Otto Rolf Skorzeny que nació en Viena en 1908 y murió en Madrid en 1975. Tenía el apodo de “Caracortada” por una cicatriz que tenía en la cara. Hitler le confió grandes y arriesgadas misiones. La principal fue la liberación de Benito Mussolini preso en el Gran Sasso, el pico más alto de los montes Apeninos de Italia. Allí lo tenían prisionero y el mariscal Badoglio había dado orden de matarlo en caso de intento de rescate. El líder fascista estaba encerrado en el Hotel Campo Imperatore, fuertemente custodiado. La operación del rescate se llevó a cabo utilizando planeadores en un entorno natural muy difícil. Sano y salvo fue llevado “Il Duce” a Alemania. “Misión Roble” fue el nombre de la operación, ejecutada el 12 de septiembre de 1943. Por esta y por otras acciones importantes Skorzeny recibió ascensos y muchas condecoraciones.
Se le encomendó la misión de apresar, vivo o muerto, al mariscal Josip Broz Tito, pero en el último momento el mariscal se escapó. A propósito de Tito, conocí en un pueblo minero de Santander (Colombia), a una sobrina nieta del mariscal. La muchacha era nieta de un hermano de Tito que por su profesión de minero se estableció en una zona minera de Santander, rica en oro.
Skorzeny llevó a cabo importantes misiones en Hungría y en el frente occidental en 1944. Salió inocente en el juicio de Nuremberg y se estableció en España donde fue protegido por Franco, circunstancia que le permitió crear comandos anticomunistas en la Península. Desde allí ayudó a criminales nazis a embarcarse para Argentina. Y, ¡lo que hay que ver en esta vida!: Skorzeny, destacado héroe nazi y por lo mismo enemigo a muerte de los judíos, fue contratado por la Mossad, garantizándole la inmunidad, para detectar y apresar a criminales y científicos nazis alojados en Egipto después de la guerra. La Mossad es la agencia de inteligencia israelí que entre otros cometidos busca a criminales nazis donde estén escondidos o disfrazados. Hablaré de un caso parecido, más adelante.
¿Cómo conocí a Skorzeny? Simplemente porque vivía frente a mi casa en Madrid. Los Hermanos Maristas teníamos una casa de acogida en la Avenida del Valle, número 4, cerca de la Universidad Complutense. Yo veía salir al coronel. Tenía un guarda frente a su casa. Yo sabía que era complicado hablar con el héroe nazi y que huía de las entrevistas. Me tracé un plan. Yo conocía perfectamente y me apasionaba la historia de Ramón Mercader del Río, alias Jacques Mornard, el asesino de Leo Davidovitch Bronstein, Trotski. A lo largo de 5 años y con paciencia ejecutó el plan del asesinato, en Coyacán, Méjico D.F. el 20 de agosto de 1940. Quise valerme de la misma táctica que utilizó Ramón para acercarse al inabordable Trotski, hacerme amigo del guarda. Ramón logró trabar amistad con Silvia Ageloff, la secretaria del político ruso. Yo salía de casa y saludaba al guarda, le llevé café colombiano, le mostraba reportajes sobre África que publicaba en el periódico YA, el más importante de España en esa época, reportajes con muchas fotos a color. Igualmente le mostré una serie de 4 artículos aparecidos en 4 domingos seguidos sobre mi amistad con arañas y escorpiones, con muchas fotos a color. El hombre quedó encantado y sé que los mostró a su jefe. Pero, “de aquello, nada”, todavía.
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