Los 200.000 habitantes de Pamplona, la capital de Navarra, se convierten en 1.000.000 para las fiestas de San Fermín cada año entre el 6 y el 14 de julio. Los sanfermines son en su género una de las fiestas más populares y populosas del planeta y hay turistas de todos los continentes que viajan a España exclusivamente para asistir a estas fiestas. Navarra es una región de España que tuvo sus propios reyes y goza de fueros especiales que datan de hace varios siglos, concedidos por la corona española. Los navarricos como los vascos sus vecinos, son personas de fuerte y rica personalidad. Las fiestas se anuncian desde el primer día del año con el tradicional cántico que así reza: “Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril, cinco de mayo, seis de junio, siete de julio San Fermín. A Pamplona hemos de ir, con una media, con una media, a Pamplona hemos de ir, con una media y un calcetín”. Yo mismo, integrado a una peña, lo canté las veces que asistí a los sanfermines, vestido de blanco y con una pañoleta roja, atuendos que me prestaron los amigos navarricos y que son los tradicionales para las fiestas.
Las celebraciones se inician a las 12 del día del 6 de julio con el “chupinazo” lanzado desde el ayuntamiento de Pamplona. Para esta ceremonia la plaza es una marejada humana de color blanco con las pinceladas rojas de las pañoletas. El “chupinazo” es un cohete que enciende uno de los concejales de la ciudad. Entonces se inicia el jolgorio que durará hasta las 12 de la noche del 14 de julio cuando todos cantan el ”pobre de mí” que muestra la tristeza por el fin de los sanfermines.
Las fiestas, que antiguamente tenían un carácter más religioso, aunque no lo han perdido del todo, se celebran en honor de San Fermín, pero el patrono de Navarra realmente es San Saturnino o San Sernin que también es el patrono de Toulouse, Francia.
A las ocho de la mañana del 6 de julio se abren las puertas del encierro de Santo Domingo y salen los 6 toros acompañados de otros tantos mansos llamados madrinos, suben una pequeña cuesta y se enfilan por la calle Estafeta en dirección a la plaza del Castillo donde se encuentra la plaza de toros. Esos son los seis toros que serán lidiados en la corrida de la tarde. Esta operación se repite todos los días hasta el 14 que es el último día de la fiesta. De dos a cuatro minutos tardan los astados en recorrer los 849 metros hasta entrar a la plaza de toros. Pero los toros no corren solos. Delante de ellos hay una multitud de mozos que con la única defensa de un periódico doblado que llevan en la mano, y mirando alternativamente hacia delante y hacia atrás, tratan de colocarse lo más cerca posible de las astas de los toros. Esa es la máxima emoción, el chorro violento de adrenalina. Obviamente dada la estrechez de la calle son pocos los que tienen el “privilegio” de correr llevando detrás a los astados a uno o dos metros de distancia. El resto es una multitud de mozos que van delante en una masa que avanza al ritmo marcado por los animales. Las bocacalles están cerradas por talanqueras de madera a las que se asoman los curiosos que tienen la suerte de ganar ese espacio. Desde los pisos superiores de las casas de la calle Estafeta otros afortunados miran y toman fotografías. (Continuará).
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