Hay otras dos ciudades cercanas a Budapest que quise visitar porque me hablaron mucho de ellas y son Visegrad y Szentendre. A Visegrad igual que a Esztergom, fui en bus y regresé por el Danubio, en un viaje muy bello, romántico. De Visegrad me atraían las fotos que me mostraron del castillo real, residencia veraniega del rey Matías Corvino. La población fue fortaleza romana. El rey Bela IV construyó defensas contra los mongoles en el siglo XIII y esas murallas rodean el castillo de Matías. Carlos Roberto I mudó aquí la corte real en 1323. Dicen que fue el castillo más bello de Hungría. Las murallas semicirculares lo rodean y la estampa es muy diferente a la imagen convencional de los castillos, circunstancia que le confiere un halo especial de belleza y de romanticismo. El castillo fue sepultado por tierra y desenterrado en 1934. A orilla del Danubio y más abajo del castillo, que está en una colina, se alza una torre defensiva, la Torre Salomón, de planta hexagonal. Dicen que en el castillo estuvo encerrado Vlad Tepes, el Empalador, el Drácula histórico.
Relacionado con esta población y con su nombre existe el Grupo de Visegrad, (V4), formado por tres países. En Visegrad se reunieron en 1991 Vaclav Havel, gobernante de Checoeslovaquia, Lech Walessa de Polonia y Jozsef Antali de Hungría y firmaron un pacto de cooperación. Esta reunión ocurrió exactamente 665 años después de que en la misma población se reunieron varios reyes para concertar una alianza contra los Habsburgos.
Desde el castillo la vista del Danubio es espectacular; la ciudad se encuentra en una curva del río, llamada “la rodilla el Danubio”. Desde la Catedral de san Adalberto en Esztergom la vista del Danubio también es espectacular. Lo mismo se puede decir de la vista del Danubio desde el Palacio Real de Budapest. Como se ve, el Danubio es el hilo conductor de todas estas ciudades, sin olvidar Viena. A Praga, en cambio, la cruza el Moldava. Y volviendo a Esztergom, la imagen de su catedral de san Adalberto reflejada en el Danubio es inolvidable, como dijimos en Budapest de la imagen del Parlamento reflejada en el río.
Días antes del viaje a Visegrad y buscando información sobre ella encontré que hay otra ciudad con el mismo nombre en Bosnia Herzegovina. Este dato me hizo volver sesenta años atrás, a 1961, cuando Ivo Andric ganó el Premio Nobel de Literatura con una novela titulada “Un puente sobre el Drina”. No sabría explicar hoy por qué esa noticia me llamó la atención. Para mí como para todo el mundo (eso creo), los Premios Nobel más esperados e interesantes son el de Literatura y el de la Paz. La prensa destacó ese año, 1961, como lo suele hacer todos los años, al ganador del Premio Nobel de Literatura y hablaron de su vida, que me impactó.
Recuerdo que cuando se dio a conocer la noticia de que a Andric le concedían el Premio, el escritor viajó a París donde fue recibido con grandes honores y dijo esta frase que nunca he podido olvidar: “El francés mal hablado es lengua internacional”. Esta frase encantó a los franceses que lo acogieron con mayor entusiasmo todavía. Y lo he podido comprobar, a los franceses les encanta que uno les hable en su lengua así no se la pronuncie muy bien y les fastidia que les hablen en inglés. Sabida es la relación poco amistosa que los dos países llevaron en otros siglos. El río Drina atraviesa la ciudad y tiene un famoso y robusto puente.
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