A mí estas historias de los reyes me encantan, porque prueban, hasta la saciedad, la máxima de los antiguos: "si queréis conocer a un hombre, revestidlo de gran poder". Y es que a veces se piensa en los reyes y reinas como seres justos, prototipos de bondad, decencia y sabiduría. Atesoro libros sobre la segunda vida de los monarcas, lo que las historias oficiales no cuentan. En las casas reales esconden, como se dice exageradamente de Buga, al tonto de la familia amarrado a un papayo en el patio de la casa, esconden, digo, a príncipes y princesas tontos y anormales, producto de las uniones matrimoniales entre primos y parientes cercanos, circunstancia que deriva en que la sangre se va empobreciendo.
Volvamos a Isabel II, ninfómana ella, como se decía, y gay, él. Él, era su esposo, Francisco de Asís y Borbón, un inútil del que todos bajo cuerda se burlaban. Recuerdo perfectamente una estrofa que aprendí en la historia de tercero de bachillerato (hoy se dice octavo curso), sobre el esposo de Isabel II. Y dice así:
Gran problema es en las cortes
averiguar si el consorte
cuando acude al excusado
mea de pie o mea sentado.
A propósito, la palabra excusado ya casi no se usa hoy. El novelista Pérez Galdós llamaba a Isabel II: "La reina de los tristes destinos". Recordemos la línea sucesoria de los monarcas españoles desde Isabel II hasta nuestros días. Esta reina murió en 1904. Su hijo y sucesor fue Alfonso XII (1857-1885), casado con María Cristina de Habsburgo. Y aquí entramos los quimbayas. Nuestro presidente Carlos Holguín regaló a la reina María Cristina el Tesoro Quimbaya, en agradecimiento al laudo arbitral en el que el gobierno español nos favoreció en una contienda limítrofe que tuvimos con Venezuela. De este tema ya hablé en otra ocasión y por eso no me extiendo ahora. Las leyes y tratados internacionales nos favorecen en las reclamaciones que hacemos a España para que nos devuelva el gran tesoro, pero la verdad es que el gobierno nacional no ha querido encarar seriamente el asunto. Las malas lenguas dicen que el gobierno anterior, el de Juan Manuel Santos, no se interesó porque la ministra de Relaciones Exteriores era pariente lejana del presidente Holguín, del que las malas lenguas siguen diciendo que cuando fue embajador en España tuvo un "affaire" con la reina. Eso dicen. Y este gobierno, el de Iván Duque, tampoco parece interesado en el asunto que para nosotros los quindianos y para los colombianos es de innegable importancia.
Volvamos a los reyes. Alfonso XIII (1886-1941) fue hijo de Alfonso XII y le tocó la independencia de Cuba y la Guerra de Marruecos. Alfonso XIII se llamaba: Alfonso León María Jaime Isidro Pascual Antonio de Borbón y Habsburgo-Lorena. En 1931 al triunfar la Segunda República (que desembocaría en la Guerra Civil Española del 36 al 39) abandonó España y en 1941, antes de morir, abdicó en favor de su hijo Juan, que llevaría el título de Conde de Barcelona. Don Juan, como se lo llamaba, representó a la casa real española en el exilio desde 1941 hasta 1975. Don Juan murió en 1993. Franco quiso restaurar la monarquía, pero no en cabeza de Don Juan sino en el hijo de este, que accedió al trono en 1975 con el nombre de Juan Carlos I y que abdicó en favor de su hijo Felipe VI en 2014. Juan Carlos, hoy rey emérito, nació en 1938 y está casado con Sofía de Grecia, reina emérita muy querida por los españoles.
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