El 15 de marzo de 1938 Hitler (el tirano asesino, ¿de qué otro modo podríamos llamarlo?) consumó el Anschluss con un encendido discurso ante los austríacos desde uno de los balcones del Hofburg, el palacio imperial de Viena. La plaza estaba a reventar. Con la anexión de Austria como provincia de Alemania, el país de Mozart pasó de ser Österreich a ser Ostmark. Terminada la guerra Austria, como ya lo dijimos, también fue dividida entre las potencias vencedoras hasta que en 1955 se retiró el gobierno militar aliado impuesto y Austria pasó a ser la república que ahora es.
En la Augustinenkirche, iglesia de los Agustinos, que forma parte del palacio, se celebraron dos de los acontecimientos más importantes de todo el reinado de los Habsburgos: la boda de la emperatriz María Teresa con Francisco de Lorena (1736) y la boda de Francisco José con Elizabeth (Sisi) en 1854. En una de las capillas de la iglesia se encuentra la Herzgruft (cripta de los corazones). Allí en urna de plata se conservan los corazones de los monarcas de la dinastía. El resto de sus cuerpos se encuentran en la iglesia de los Capuchinos como ya lo dijimos. Según entendí a los guías, en la Catedral de San Esteban se conservan las vísceras de los monarcas, en la iglesia de los Agustinos los corazones y en la de los Capuchinos lo que queda de los cadáveres. El día de la Resurrección Universal van a tener problema estos emperadores y sus esposas y los archiduques para armarse de nuevo y presentarse bien organizados al Juicio Final. (Comentario, obviamente, de mi pícara autoría).
En una de las dependencias del palacio existe el picadero más bello del mundo, el de los caballos lipizzanos o lipizianos, que pertenecen hoy a la llamada Escuela Española de Equitación, que es uno de los íconos de Viena. No se puede visitar el palacio de Hofburg sin asistir al espectáculo de los blancos y hermosos caballos cuyo origen se remonta a 1580 cuando el rey Carlos II compró una región de Eslovenia que en ese tiempo pertenecía a la corona de los Habsburgos. La región se llama Lipica y allí existía una raza de caballos que fueron mezclados con lo mejor de los caballos españoles y estos son los que hacen el inolvidable espectáculo de la más alta escuela de equitación que se lleva a cabo bajo techo en un palacete barroco, blanco también. El espectáculo pertenece desde 2015 a la herencia cultural inmaterial de la humanidad. Entre el jinete y su caballo nace una profunda comprensión y amistad que logra de ambos las más espectaculares piruetas para deleite de los turistas.
Otro de los símbolos de Viena son los Niños Cantores, que fueron fundados en 1498 por orden de Maximiliano I para cantar en las misas. A lo largo de todos estos años han cantado obras de músicos famosos entre los cuales se encuentran Mahler, Wagner, Mozart y Salieri. De niño Schubert cantó en este coro. No solo cantan en las misas de la parroquia del palacio sino que viajan por el mundo dando conciertos. Forman el coro unos 100 niños de edades comprendidas entre los 10 y los 14 años. Reciben instrucción musical y adelantan sus estudios normales en el mismo edificio anexo al Hofburg.
Otras dependencias de este inmenso palacio las ocupan el Museo de Éfeso, el Museo de la Música, el Museo de Armas, el Museo de Papiros y el Museo Etnológico. De estos hablaremos en la próxima crónica. Realmente Viena es la meca de la cultura en Europa.
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