Estábamos en Aránzazu de Vizkaya. Decíamos que me llevó Juanjo Sansebastián, quizás el bilbaíno más querido en su ciudad y en toda la provincia y desde luego alpinista de fama mundial. Quien lo ve desempeñándose en la vida diaria y escalando no cree que pueda carecer de varios dedos en las manos. Pasamos por Oñate, orgulloso pueblo vasco donde se fundó la primera universidad de los vascos en 1543 y patria de una larga pléyade de hombre ilustres, uno de los cuales fue Lope de Aguirre, el famoso conquistador que se rebeló contra España. La carretera sube y sube entre riscos, barrancos y montañas, carretera como las que me gustan a mí, “salvajes” y que culmina en el Santuario de Nuestra Señora de Aránzazu. El templo es imponente, inspira emoción y respeto. Es obra de famosos arquitectos y ha ganado varios premios internacionales de arquitectura. El templo actual sucede a varios a lo largo de la historia, que han sufrido tres incendios.
La historia dice que unos pastores encontraron una imagen de la Virgen en una cueva llena de arbustos. Y precisamente Aránzazu significa “abundancia de arbustos” en euzkera, el idioma de los vascos. El santuario me impresionó. Yo iba muy emocionado por la grandiosidad del paisaje, emoción que tuvo como remate la imponencia del templo. La Virgen, se cuenta, se apareció en 1469 y la imagen del santuario es descrita como “una aldeana de ancho cuello y generosos pechos”.
Subiendo vimos desde la carretera varios rebaños de ovejas pastando en los prados. Esta imagen pastoril e idílica siempre me ha encantado, mas aún, emocionado. Cerca del Santuario hay precisamente una escuela de pastores, sí de pastores, donde se enseña todo lo referente al pastoreo de ovejas. Ya hablé en otra crónica sobre uno de los deportes típicos de los vascos, que consiste en hacer todas las faenas del pastoreo dando órdenes a los perros ovejeros. Me cuenta Juanjo que vienen desde muchos lugares del mundo a aprender pastoreo, incluso japoneses.
Hablábamos de la Ruta Mariana compuesta por varios santuarios dedicados a la Virgen María y uno de ellos es Torreciudad, situado en el municipio de Secastilla en el Alto Aragón. Allí hubo y todavía quedan en pie los restos, una torre árabe, llamada en latín “turris civitatis”, torre de la ciudad y de allí viene el nombre del santuario. El santuario es muy bello y su ubicación en una pequeña península que avanza hacia el pantano de El Grado es todavía más espectacular. En España a los embalses los llaman pantanos. La Virgen es venerada en este santuario desde el siglo XI con la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles de Torreciudad. Se cuenta que Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, fue llevado al santuario y consagrado a la Virgen cuando tenía dos años de edad. El moderno santuario fue construido gracias a las gestiones de Escrivá y por ello para los fieles del Opus Dei el santuario es lugar de peregrinación. José María Pemán, autor del “Divino Impaciente”, compuso un poema en honor de la Virgen de Torreciudad. Otro de los santuarios de la Ruta Mariana que une a España con Francia es el de Meritxell, que es un pueblo del Principado de Andorra. Cuenta la tradición que un pastor encontró una imagen de la Virgen en una rosaleda y la llevó a su casa y tres veces la imagen se regresó al lugar del hallazgo motivo por el cual allí se construyó el templo. La Ruta Mariana se inscribe como turismo religioso.
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