Son muchos los mensajes que han circulado en redes sociales, en mensajes de Whatsapp haciendo llamados a no distanciarnos de la familia y los amigos por la discusión política. En principio el llamado parece loable, pero en mi opinión el consejo bien intencionado puede tener una interpretación que no resulta tan beneficiosa porque muchas personas han decidido entonces que mejor nunca hablan del asunto con sus familias y amigos.
Aún con el resultado de hoy, sea cuál sea, y a pesar del mundial de fútbol que ya comenzó, el país pareciera estar fraccionado en por lo menos dos vertientes muy diferentes y abundan las preocupaciones sobre la polarización. Incluso muchos de los votos en blanco se defendieron con la bandera de no ahondar esta distancia, de hacer un llamado a la unidad, pero quizá lo que no hemos entendido es que lo que necesitamos no es pensar todos lo mismo, o encontrarnos en un único candidato que no incomode a nadie, sino aprender a gestionar el conflicto y comprender que este es un país donde conviven muchas maneras de ver e interpretar la realidad y con visiones distintas de lo que debe ser Colombia.
La homogeneidad no solo es aburrida y terreno árido para la creatividad, el arte, la ciencia y por lo tanto el desarrollo, sino que además es un deseo peligroso, porque es la búsqueda de la invisibilización de la diferencia que siempre existirá. Por eso mismo valoro que hayan quedado expuestas en la segunda vuelta dos maneras tan distintas de pensar, porque nos obligó a tomar posición y quedamos en evidencia todos. Eso, que a tanta gente molesta, a mí me parece positivo: nos obliga a pensar.
Pero además no hay democracia donde todos pensamos lo mismo, ni hay democracia donde no se confrontan las posiciones. Es cierto que durante esta campaña vimos crecer la conversación, y muchos de los que manifestamos nuestras opiniones recibimos la respuesta esperada cuando en un entorno tan homogéneo como Manizales algunos no pensamos como la mayoría. Vi a muchos amigos ponerme tímidos likes en mis posts, escribirme un correo personal agradeciéndome por decir lo que ellos piensan para no tener que decirlo ellos mismos, gente llamándome valiente por algo tan simple y obvio como decir que pienso primero en los pobres que en los industriales, gente sorprendida y algunos muy bravos porque pienso como pienso. ¿Es tan raro que yo y quienes piensan parecido a mí hayamos crecido en Manizales? Claro que no, aquí también somos todos distintos. Acostumbrémonos. Mostrémoslo. Digámoslo. Es necesario que nos demos cuenta de la diversidad que albergamos.
Yo quisiera hacer el llamado contrario: discutamos más, no temamos a la incomodidad, no temamos a las reacciones negativas, no tengamos miedo de decir lo que pensamos, para eso es que el país avanza en un proceso de paz, para que la diferencia pueda existir sin necesidad de las armas, para que analicemos si las propuestas del capitalismo o del socialismo, librado de las banderas de las guerrillas, nos sirven o no. No estamos condenados a vivir como vivimos, con una iniquidad tan grande y una indolencia ante ella tan desparpajada que no sirve para construir paz. No importa que ya hayan pasado las elecciones, sigamos hablando de política, un país distinto es posible.
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