Comenzaron de nuevo las clases en las universidades privadas de la ciudad y con ellas el ejercicio que vengo atendiendo desde hace dos años en la Universidad de Manizales en las clases de informativo radial y creaciones sonoras. No sé si por herencia, pues mi papá era profesor, o por qué, pero creo que es uno de los espacios de mi vida que más feliz me hace.
El semestre pasado, tratando de comprender mejor ese oficio, puesto que llegué a él sin proponérmelo, hice un diplomado en docencia universitaria donde tuvimos la oportunidad de escuchar a muchos profesores llenos de experiencia sobre los retos que tiene pararse en un salón de clase a tratar de compartir lo que uno cree que sabe con otras personas.
Por lo menos dos de los profesores que oímos y quizá de los más experimentados, hicieron énfasis en la necesidad de enseñar en contexto. Es decir, los contenidos de clase no existen en el vacío. Hay una realidad política, social, económica que no podemos ignorar y en la que todos, profesores y estudiantes, estamos inmersos, no podemos desconocerla. Por lo tanto no hay que evadir la discusión sobre esas cosas, y además, debemos propiciarla. A quienes estudian conmigo siempre les digo, con la mejor intención que tengo, que el propósito fundamental de una formación periodística es el fortalecimiento del criterio con el que se ejerce este oficio. Saber cuál será la mejor manera de contar una historia, detectar las historias que vale la pena contar, escoger la mejor fuente para sustentar lo que se dice, son todas decisiones individuales que requieren un criterio fortalecido: que dude, que critique, que no trague entero.
Por lo tanto cuando en clase han surgido los temas más espinosos, los que más división pueden generar, en los que puede ser que el salón esté dividido 50 - 50, lo que hago es abrir un espacio para la discusión. Expreso mi opinión y dejo claro que eso es: mi opinión personal. Soy un ser humano común y silvestre con ideas propias y espero que quienes estudian conmigo tengan también sus propias ideas y podamos conversar sobre ellas. He dicho que soy atea, pro choice, feminista, con inclinaciones políticas quizá más hacia la izquierda que hacia cualquier otro lado, delante de chicos creyentes y conservadores, pero también delante de muchos otros que piensan como yo. No hemos tenido en ese espacio una sola pelea. Prima el cariño y el ánimo de conversar. Es posible hacerlo.
Cuando el senador Álvaro Uribe señala en su cuenta de Twitter a profesores que hablan sobre estas cosas porque algún estudiante quiere congraciarse con él contándole, como si su trabajo fuera ser espía, que tal o cual profesor dijo esto o aquello, no podemos saber realmente cuál fue la discusión que hubo, cómo se dio, qué dijo exactamente el profesor. Solo sabemos que el senador está dispuesto a entorpecer una relación que debe ser tratada con cuidado, la de los estudiantes con los profesores y de paso, él lo sabe, poner en peligro la vida de esas personas, pues así como hay estudiantes dispuestos a contarle esos detalles, hay otros seguidores suyos dispuestos a tomar medidas más serias. La libertad de cátedra es el derecho que tenemos los profesores de entregar nuestros contenidos como creamos conveniente sin estar limitados por las doctrinas instituidas.
No deberían tomarse a la ligera esos señalamientos y las Universidades deberían pronunciarse en favor de la libertad de cátedra y respaldar a sus profesores. Personalmente, no quisiera que me arruinen uno de los espacios donde más feliz soy.
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