En Colombia se envejece rápido. No bien se entra en los 40 años, ya se está de salida por la puerta del no futuro: el cuarentón es visto como un fósil, desactualizado e inútil. Casi imposibilitado de conseguir empleo, cae en un limbo en el cual es muy joven para lo que la sociedad le permite hacer y demasiado viejo para lo que desea y puede hacer.
Los conocimientos adquiridos a lo largo de años de práctica, se convierten en un archivo muerto que nadie consulta. La experiencia no vale un céntimo; el saber es menospreciado.
Sucede, porque tiene más importancia el título que el conocimiento. Vale más un teórico recién graduado, que un experto forjado en la cotidiana resolución de problemas. Por ejemplo, en la carrera judicial dan prioridad a pipiolos que respaldan una magra hoja de vida con una resma de diplomas, así sea de cursos de fin de semana, por encima de juristas tallados en juzgados promiscuos, municipales y de circuito. El resultado se advierte en el cúmulo de sentencias absurdas y contra evidencia que diariamente revela la prensa. (De los ignorantes se valen los corruptos).
Cualquier carrera, en cualquier universidad, solo enseña el lenguaje de la profesión. El verdadero profesional se forma en la práctica. Por eso, en el fondo, hasta las más sofisticadas son oficios, pues la pericia solo se adquiere de dos modos posibles: visual-imitativo o auditivo-repetitivo.
Como esto es inaceptable en el arribismo académico, se busca suplir con montones de teorías inútiles, lo que un año de trabajo daría. Abundan los estudiantes eternos, acumuladores de vacuidades, lenguaraces e improductivos.
Su exuberante labia, plena de términos rimbombantes y carentes de sentido, les da prioridad para conducir empresas, Estado y vidas… hacia el abismo. Asumen con la convicción de ser ese el primer día de la Creación; de haber venido a completar la obra divina. Para consolidar sus “nuevas tendencias”, lo que sea que signifiquen, y deshacer sin necesidad de hacer, apartan a los cuarentones expertos, por ‘ancianos’ y desactualizados. En el fondo, por ser capaces de desinflar sus globos de aire.
Todo es consecuencia de la ya antañona revolución juvenil de los años 1950, cuando se estableció que ser joven es un valor, no una etapa de la vida. Surgió un reinado de lo efímero que, paradójicamente, sembró la idea de una juventud inextinguible, dotada con todos los derechos y exenta de todo deber. Al tomarse el poder, adelantó la vejez y lanzó a los mayores a una oscuridad donde solo hay obligaciones, sin ningún derecho.
Así las cosas, la frase “para proteger a nuestros abuelos”, pronunciada por Duque al anunciar las medidas gubernamentales para enfrentar la pandemia, es de un cinismo perverso. Impensable en un personaje tan básico y superficial como él. (Tiene más contenido Pastrana).
Si bien es cierto que el aislamiento evita la propagación, la protección a personas de la tercera edad es un sofisma. La orden de guardarse, incluso los recién salidos del clóset, es una forma de desaparecerlas y librarlas a su suerte. Para dar idea de su cantidad, en el censo de 2018 había en Caldas 69,34 mayores de 60 años por cada 100 menores de 15.
Es iluso suponer que los servicios de salud llegarán hasta los hogares de los viejos. Si muchos ni siquiera tienen alimentos; aguantan hambre, porque no tienen dolientes y el sentido de vecindad se perdió hasta en los pueblos. Hoy se vive rodeados de desconocidos.
Si no es deliberado, no ha sido previsto por quienes tienen obligación de prever. Todavía se está en la fase reactiva, con medidas de emergencia apresuradas, en la cual no se ha pensado en los abastecimientos de mercados, en formas de reclamar medicamentos sin salir de la casa, en la indispensable comunicación entre la ciudad y el campo. Es posible que se logre contener la epidemia, pero ya se vislumbra una debacle social catastrófica.
Desde las ventanas se ven calles desoladas, pero la verdadera desolación está adentro. Colombia es un inmenso hogar huérfano de gobernantes con visión y capacidad de resolver. Hoy se necesita gente de experiencia. No importa si tiene más de 40 años, porque los jóvenes son eficaces únicamente en la prosperidad.
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