Por estos días, cuando la noticia más trascendental para la prensa colombiana fue el traspaso de James Rodríguez al club catarí Al-Rayyan, recordé la Cuartilla que escribí con motivo de su vinculación con Everton. La titulé ‘Talento sin personalidad’ y al repasar los sucesos recientes, veo que algunos apartes siguen vigentes. Incluso, uno resultó premonitorio.
Dije hace un año que al futbolista “le va mejor como cabeza de ratón que como cola de león”, a pesar de tener en sus pies las condiciones, no así en su cocorota, que parece de barro. Desde entonces se esperaron “de él actitudes acordes con los compromisos que conlleva hacer parte de una élite deportiva. Pero le falta carácter para enfrentar la ‘adversidad’ de ser dirigido por alguien que no sea de su gusto. En lugar de sacar la casta, se doblega, refugiándose en gestos lastimeros, para obtener por compasión lo que no logra por capacidad”.
Hoy se comprueba que “James sucumbe con los entrenadores exigentes y funciona solo con los paternalistas y condescendientes. Sin importar si unos exigen actitud y otros solo aptitud, nadie puede darse el lujo de escoger el jefe”, así éste sea un agrio prepotente como Rafael Benítez o un solapado como Zidane.
En Liverpool quedó demostrado que solo juega bien con Ancellotti, quien antes lo había dirigido en Madrid y Múnich. Tres ciudades muy diferentes, igual decepción. Hace un año me atreví a vaticinar “que un eventual despido anticipado de su protector, será el anuncio de nuevo fracaso, quizás el golpe de gracia para James”. Aunque no lo sacaron, fue al Real Madrid, donde James no tiene cabida. Ya sin su entrenador favorito, el futbolista siguió su caída al infierno… climático, por lo pronto.
Uno no quisiera ver malogrado a alguien que tantas ilusiones sembró en la afición colombiana y dio menos alegrías de las que pudiera. Pocas, pero enormes.
Podría pensarse que la separación de su esposa Daniela Ospina influyó en su desplome, en 2017. Coincidió con el primer periodo negro en Madrid. Y lo que siguió después sugiere que era ella consejera y polo a tierra, quien planeaba su futuro. De haber seguido juntos, Rodríguez se hubiera quedado en el Bayern, equipo grande y organizado, donde era apreciado. Pero resolvió regresar a la capital española, a sabiendas de que sería ignorado.
Para reconocidos periodistas deportivos de ambos lados del Atlántico, su vinculación con un equipo de media petaca en una liga cuasi recreativa, marca el comienzo del fin de lo que el futbolista es en realidad, después de vivir varios años de lo que pudo ser y no fue. Otros celebran porque, como sea, podrá jugar. Así reconocen implícitamente que no dio la talla, no solo en Inglaterra, sino en Europa: en varios equipos de élite desistieron de contratarlo, porque dedica más tiempo a la farándula y las redes sociales, que al fútbol.
Hay quienes se preguntan si cabe llamar fracasado a quien devenga casi $150 millones por día. Mmmm… Ni siquiera en la breve e incierta carrera del fútbol, el dinero debería ser la primera prioridad para quien ya debió amasar alguna fortuna para asegurar su futuro, si es que James no la ha dilapidado en modelitos, vapeos, filipichinadas y poses de estrella del cine tartamudo.
Acaba de demostrarlo Falcao García, quien redujo sus ingresos en alto porcentaje, para tener calidad de vida y garantizarla a su familia, en un país donde ellos se amañan. Por supuesto, no se puede pedir a James que sea como su colega; ni siquiera que lo tome como ejemplo. Solo queda agradecer que Falcao no es como James.
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