En el chat de la Academia Caldense de Historia hubo hace poco un interesante ejercicio de recordación de un himno que tuvo Manizales, anterior al que hoy se canta con música de José Rozo Contreras y letra de Eduardo Carranza. El académico Ricardo de los Ríos Tobón guardaba el viejo texto en su prodigiosa memoria: “Manizales, orgullo de Caldas, / de nobleza y virtudes edén, / cual diamante, rubí o esmeralda, / resplandeces del Ande en la sien…”.
Contó que la música es del hermano marista Saturnino José, tal vez caucano, sobre versos del nariñense Vicente Miguel Ortiz, hermano Ramón Celestino en la congregación. También compusieron el himno del Colegio de Cristo. Ambos fueron estrenados un mismo día de 1931. El de Manizales estuvo vigente hasta el centenario de la ciudad, en 1951, cuando fue adoptado el actual. Al parecer, fue grabado.
Don Vicente Arango recordó la música y con timbrada voz a sus 80 años la cantó ¡por wasap! Así fue recuperada una pieza, que ojalá sea transcrita a partitura, pues hace parte de la historia local.
Hubo un himno anterior compuesto por Luis A. Calvo. Él mismo lo anunció en carta suscrita en abril de 1924 desde el leprosario de Agua de Dios, Cundinamarca, donde estaba confinado: “Tengo en preparación el himno de la gentil ciudad de Manizalez [sic], de cuya letra es autor el presbítero doctor Sotomayor, que enviaremos como muestra de gratitud para la celebración del 75 aniversario de fundación”. Nadie lo recuerda.
Remembranzas y desmemorias aparte, los himnos oficiales son anacrónicos. Perdieron sentido, porque casi todos relatan hechos olvidados con almibaradas metáforas o con palabras caídas en desuso. No despiertan fervor, no forjan identidad. Se aferran al espíritu nacionalista de los siglos XVIII y XIX y como marchas militares buscan despertar un ánimo belicista cada vez más dormido, excepto en Trump, Maduro y Kim Jong-un; en israelíes, sirios e iraníes.
El de Colombia con su requetecursi letra, debe ser el más trillado, puesto que suena por televisión en veinte partidos de fútbol semanales y por la radio cada día, a las 6:00 a.m. y las 6:00 p.m. Esto último lo ordenó por ley el presidente Betancur en 1995. Sin saberlo, legalizó el conjuro de dos de las cuatro horas peligrosas señaladas por el Salmo 91, el cual debe hacerse con música. A pesar de la repetidera, solo emociona cuando va a jugar la Selección Nacional.
Con el paso de los años, canciones populares como la cumbia ‘Colombia, tierra querida’ y el bambuco ‘Soy colombiano’ se han convertido en himnos simbólicos, estimulando el patriotismo que el oficial no logra, pues la gente canta de corazón. Los hay en cada región y en muchos pueblos.
En algunos se atrevieron a elevarlas a la condición de cantos patrióticos legales, como la ‘Guabina huilense’ y el ‘Bunde tolimense’. Es de ver entonándolos a los futbolistas profesionales de los equipos de esas regiones, cuando ordinariamente son salseros, reguetoneros o evangélicos.
Aquí podría pensarse de manera similar: que ‘Feria de Manizales’ sea himno de la ciudad, arreglado a marcha o como pasodoble, mientras los bambucos ‘Caminos de Caldas’ o ‘Grandeza y estirpe’ lo serían del departamento. Sin duda, lograrían en el espíritu colectivo lo que los insulsos cánticos protocolarios actuales nunca han podido: forjar caldensidad.
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En LA PATRIA del martes 17 se lee que desde Samaná pidieron ayuda al gobierno de Antioquia para erradicar los cultivos de coca, visto que el de Caldas no la ha prestado. Es fácil entender que la solicitud tiene visos de protesta, para poner en evidencia la inoperancia de las autoridades naturales en un asunto que en ese municipio sienten como de urgente resolución, como en efecto lo es.
Lo normal sería esperar que quien recibió la petición diga que no puede entrar en jurisdicción ajena. Pero tratándose de antioqueños, lo normal sería que lo vieran como la oportunidad de meterle otro zarpazo a Caldas, que siguen viendo como su patio trasero. Nada raro sería que llegaran a Samaná declarándose sus descubridores y colonizadores, incluso con la historia ya escrita. Abundan los antecedentes.
¿Por qué no pidieron ayuda al Tolima, al cual sí perteneció el oriente caldense? Con seguridad, el remedio será peor que la enfermedad.
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