Cuando los españoles configuraron el Nuevo Reyno de Granada hace más de 400 años, la Provincia de Antioquia fue la más atrasada. Se debió en parte a la economía aleatoria de la minería de oro. Y en mayor grado, al aislamiento de su arriscada geografía.
La primera capital, Santa Fe de Antioquia, era la más apartada de la sede del virreinato. Allá se llegaba por un camino solitario, en el cual más “de una vez se ha visto alimentándose los viajeros de los cueros de sus petacas y aun de la carne pésima de las mulas”, escribió un viajero en 1760. Para acercar el gobierno provincial fue fundado Medellín y más tarde se pensó en llevarlo a Rionegro. Como era apenas un villorrio, se apoderaron de los títulos y blasones de Arma, que sí tenía título de ciudad.
En esas comenzó el masivo desplazamiento forzado, al que se llamó ‘colonización antioqueña’. Los desplazados ocuparon tierras de su provincia y luego se adentraron en territorios ajenos (y enemigos), creyendo erróneamente haber establecido su cultura. Pero Antioquia siguió aislada.
Ya en el siglo XX, la necesidad de salir de la precariedad, impulsó a los antioqueños a comenzar un admirable proceso de industrialización. Una gesta enorme, que no necesita de relatos fantasiosos, que solo ocultan la verdad.
Pero Antioquia siguió aislada. Para ir a Medellín desde cualquier región al sur, solo se contaba (y se cuenta) con una carreterita angosta, tortuosa y riesgosa, copada por interminables filas de camiones. Lo cual no fue óbice para sembrarla de avisos “disminuya la velocidad”, cada cien metros. Propio de la mentalidad local.
Llegó el siglo XXI y se propuso modernizar las vías nacionales. Antioquia saldría del aislamiento. Las obras para ese departamento fueron adjudicadas a tres concesionarios, de los cuales, dos entregaron estupendos resultados, con tolerable incumplimiento.
El tramo más largo, Pereira-La Pintada, quedó en poder de una empresa hoy reconocida como ineficiente y engañosa. En el trayecto La Manuela-La Felisa anunció mentirosos cierres de minutos, que se transformaron en horas, haciendo lo que les vino en gana con los viajeros y la Naturaleza. Fue un paseo dominical, en comparación con lo que sucede entre La Felisa y La Pintada, donde los ciudadanos son literalmente secuestrados, por quienes ostentan el omnímodo poder de detener el tránsito, que ejercen gozosamente, o dar vía, a regañadientes.
Como toda dictadura, es arrogante. La empresa de marras creyó poder domeñar un terreno difícil como es el cañón del río Cauca, o sea la inestable falla geológica Romeral. Falta de sentido común, en lugar de mejorar una vía relativamente recta y plana, resolvió ‘torear’ los inestables taludes, para trabajar hacer lo innecesario.
Las consecuencias están a la vista: en los primeros días de marzo, unos peñascos rompieron el asfalto y estrecharon la calzada. La vía fue cerrada durante todo un día, cierre que se repitió 72 horas después. Se anunció, pero no con tiempo suficiente para aplazar viajes o buscar vías alternas, que casi no hay. Mes y medio después, en abril 21, cayó un enorme derrumbe en los límites entre Caldas y Antioquia. También rompió el tubo del poliducto de Ecopetrol, con el consecuente riesgo de explosión. Los comunicados de la empresa ‘constructora’ daban risa, pues con almibaradas frases quiso minimizar la magnitud del daño, para ocultar su inocultable ineptitud.
Ir a Medellín o venir de allá Manizales, es una tortura que puede durar 12 o más horas. Y pensar que cuando la carretera era estrecha; mejor, cuando había carretera, solo eran cuatro, si mucho.
Tanto progreso anunciado, pero Antioquia sigue aislada. Como hace 400 años.
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