Hace una semana se cumplieron 60 años del primer partido del Once Caldas. Regresó el fútbol profesional a una ciudad donde lo hubo de manera intermitente el decenio anterior. Apenas en 1951, 1952, 1954 y 1958.
Era tanta la ilusión por volver a figurar en el panorama deportivo colombiano, que los nombres de algunos de los futbolistas que vistieron por primera vez el uniforme verde, blanco, rojo y azul inicial, quedaron en la memoria de los aficionados viejos. Conrado Arango, Miguel Eduardo Stefanelli, José Eduardo Castro, Carlos Antonietta, Alberto ‘Cóndor’ Valencia, Oswaldo Galarza, Ignacio ‘Velitas’ Pérez, Alonso ‘Pipa’ Botero, Roberto Mirabelli son mencionados con la misma veneración con que se recita un poema místico. No importó que ese partido se hubiera perdido 6-7 con el Deportivo Pereira.
Algunos nombres se repitieron a lo largo de los siguientes años, cuando el Once llamó la atención por su juego bonito y el acierto en la consecución de delanteros. Era más importante el espectáculo que el resultado. Excepto contra el Pereira.
En ese entonces, el equipo era un propósito cívico. Los ricos de la ciudad se pusieron al frente de una empresa hecha para dar pérdidas, cuya única ganancia era crear identidad. Sus sucesores quizás llegaron a tener más dinero, pero menos mentalidad de servicio social. Los actuales ni siquiera son caldenses, pero lo salvaron, así lo vean solo como una fuente de ganancias.
El aniversario pasó inadvertido. Como inadvertida pasó la muerte del exfutbolista Gilberto García esta semana. Como inadvertida pasa la triste vejez del ‘Pipa’ Botero…
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Solo dos semanas mantuvo el alcalde de Riosucio su promesa electoral de combatir la corrupción: nombró a un personaje del cual hubiera podido recabar información en cualquier café del pueblo. De dominio público son sus andanzas: en un par de ocasiones ha sido sacado de la administración municipal, por vender los bienes a su cargo, una; por falsificar firmas para cobrar lo que no había trabajado, otra.
Suple su nula formación intelectual presentándose como investigador, incluso en presencia de quienes hicieron la investigación. Hizo préstamos personales con cargo a los escasos recursos de una entidad cultural. Ha malogrado procesos de identidad colectiva en, por lo menos, tres municipios caldenses.
Posee la rara habilidad de emborracharse de cuenta de aquellos a quienes debe favores o ha robado. Es el miembro más notorio de una guarocracia que pisotea la imagen de Riosucio con lamentables exhibiciones seudoartísticas... Tiene muchos más ‘méritos’…
Como dijo un riosuceño que vive lejos, cuando se enteró de ese nombramiento: “¿Cómo así? ¡Vuélvanse serios!”.
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Vuelven los antioqueños a la carga (léase como anagrama): César Muñoz Arroyave y Carlos García Zapata, lingüistas de la Universidad de Antioquia, elaboraron un diccionario con “palabras que son propias de la región antioqueño-caldense” (sic). Tal vez sin haber venido jamás a Caldas, determinaron que el lenguaje cotidiano de Medellín es el de ese departamento todo y, por extensión, del nuestro.
En tan interesante recopilación hay términos desconocidos entre nosotros, como “moga” (equivalente de fiambre); “berriadero” (“terreno seco, estéril y por lo general faldudo”); “aeropuerto” (fumadero de marihuana); “coleto” (vehículo de transporte colectivo); “loliar” (…en centros comerciales) o “melona” (comida). Y otros inútiles, pues solo son válidos en Medellín, como “juniniar” (por la carrera Junín) y “azules” (guardas del tránsito). Sin faltar la definición doctrinaria: el único “embellecedor” (aguardiente) es el “que hacen en Antioquia”.
Es un trabajo pero desubicado: ignoran los respetables lingüistas que Caldas es una región diferente de Antioquia, con una cultura y un lenguaje diferentes, así haya elementos comunes. Distintos, aun en la zona de influencia antioqueña, como es el norte del departamento, incluido Pensilvania y excluido Marulanda. En éste hay notables elementos boyacenses. El resto de Caldas es de origen, caucano al occidente y el sur; tolimense al oriente.
¿Cuándo entenderán los antioqueños que Caldas no es el patio trasero de Antioquia? ¿Por qué en lugar de dedicarse a destruir su cultura autóctona, quizás por ser de origen negro, y apropiarse de lo que jamás les ha pertenecido, mejor tratan de recuperar lo poco que les queda? Así aprenderían que lo que son, dista mucho de lo que creen ser. ¡Pobre Caldas, con vecinos tan mentirosos e ignorantes!
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