En las puertas y ventanas de las casas de Ciudad Bolívar, en Bogotá, comenzaron colgar trapos rojos para informarle a la comunidad y a las autoridades locales que allí hay una familia que pasa necesidades. Que tras casi un mes de cuarentena tienen hambre. Que de tanto esperar por unas ayudas que no llegan, ya se desesperan, como lo reportó Carlos Hernández en La Silla Vacía.
Este fenómeno se extiende por Colombia y ya se ven trapos rojos en las comunas populares de Medellín y en las calles de Barranquilla. Una señal para hacerse visible en medio del encierro. Un símbolo que recuerda al Éxodo 12:6-7, cuando Moises pide a su pueblo teñir los portales de sus hogares con sangre de cordero para que la décima plaga que azotaría Egipto - la del ángel de la muerte que se llevaría a los primogénitos - no entrara a sus viviendas.
Aquí es para que la hambruna no llegue. Algo indigno en un país que pierde cerca del 40% de los alimentos que produce. Donde en la reciente contingencia por el Covid-19 los políticos hacen negocios con los mercados destinados a los más necesitados, alcanzando sobrecostos de hasta $12 mil millones, como se reportó en el Atlántico.
En medio de esta angustia, quienes deberían estar buscando soluciones, encuentran “ínfima” esta corrupción. El senador de Cambio Radical, Rodrigo Lara, dijo sin desparpajo: “Los medios de comunicación se dedican exclusivamente a mirar qué alcalde está cobrando 10.000 pesos más por una lata de atún y qué alcalde cobró por un mercado $50.000 y no $40.000. Es decir, corrupción, pero ínfima y ridícula corrupción”.
Olvida el senador Lara y los de su calaña que por esas porciones “ínfimas” de corrupción se mueren de hambre niños en varias regiones del país. En 2017 se robaron $32 mil 951 millones en 17 departamentos con el Programa de Alimentación Escolar (PAE). Entre julio de 2017 y julio de 2018, el Instituto Nacional de Salud (INS) investigó la muerte asociada a desnutrición de 149 niños, menores de 5 años, en todo el país. Y el año pasado la Organización para la Alimentación y la Agricultura - FAO reportó que más de 560 mil niños en Colombia sufren de desnutrición crónica. Cifras ridículas, senador Lara.
Además, es tarea de Rodrigo Lara desviar la atención de la corrupción ínfima de los mercados en el Atlántico y llevar el foco a los bancos (otros bandidos). Busca proteger la imagen del clan Char, sus amigos. Una familia que viene golpeada desde que la prófuga Aida Merlano contó cómo funciona la compra de votos en el Caribe. Una dinastía que busca llegar a la presidencia de la República.
Ni por “tradición”, como lo dijo el exsenador Roberto Gerlein; ni por “ínfima”, como Lara; ni “a sus justas proporciones”, como lo dijo el presidente Turbay. Justificar la corrupción erosiona nuestras bases éticas como sociedad. La Contraloría lleva años señalando que anualmente se pierden $50 billones en corrupción. Transparencia por Colombia estima que son “tan solo” $18 billones. Cualquiera de las dos cifras es mayor a lo que, según Fedesarrollo, sería necesario para ayudar a los empresarios y microempresarios del país a salir de la crisis que se viene tras la cuarentena.
Entonces, de lata de atún en lata de atún se puede construir un imperio como el de los Char, a costa del hambre de la gente. Ninguna corrupción es ínfima. Y en este país rico en alimentos, la gente se muere de hambre porque en vez de ayudar se prefiere negociar así haya vidas de por medio.
No soy creyente, pero le preguntaron a un rabino el por qué el pueblo hebreo debió marcar sus puertas con sangre de cordero, si Dios es todopoderoso y podía saber quién vivía en cada casa. Dijo que sacrificar un cordero era símbolo de rechazo a Banebdjedet, espíritu viviente de la deidad egipcia Ra. Era rechazar ese poder opresor.
Que esos trapos rojos sean igual de efectivos a como en la historia de la Biblia. En este caso, de rechazo a lo corrupto. De lo contrario, como dice el rabino: “Cuando un pueblo oprimido es liberado, frecuentemente se vuelve tan brutal como sus opresores de antaño”.
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