Airheads, que podría traducirse como “cabezas huecas”, es una película de 1994 en la que un grupo de rock secuestra una emisora para obligarla a que programen sus canciones. Es malo el filme, pero tiene una escena memorable: uno de los captores (interpretado por Steve Buscemi) le pregunta a un ejecutivo de corbata que quién ganaría una pelea entre Lemmy y Dios, para finalmente decirle que era una trampa porque “Lemmy es Dios”.
A quien se refiere es al mítico Ian ‘Lemmy’ Kilmister, líder de la banda Motörhead. Un ícono del rock, el punk y el metal. Un solitario sagaz e inteligente, adicto a las mujeres y al speed (anfetamina), que vivió bajo la premisa “nacido para perder, vivir para ganar”.
En una entrevista con el periodista Mick Wall, Lemmy - de pelo largo, con verrugas en la cara y rostro de bravucón - reflexiona sobre por qué lo consideran una amenaza. “La gente te ataca, no porque seas amenazante sino porque no entienden. Y todo lo que no entienden lo encuentran amenazante. Nunca me interesó derrocar un gobierno o subvertir niños. Lo único que quiero es hacer la música que amo y que a otros les guste. Nada más”. Amén.
Sus palabras caen como anillo al dedo ante lo que sucede hoy día con la nueva secretaria de la Mujer y Asuntos de Género de Manizales, Matilda González Gil, y un grupo de ciudadanos “de bien” que no la consideran apta para el cargo, por el solo hecho de ser transgénero. Encuentran amenazante el que haya encontrado su identidad sexual fuera de los cánones que predican personajes como Samuel Ángel, director ejecutivo del Movimiento de Católicos Solidaridad (MCS).
Su argumento es flojo: “esa Secretaría es un logro de muchos años de esfuerzo por la representatividad de la mujer, entonces lo más coherente es que lo ocupe una mujer”. No vale que Matilda sea abogada de la Universidad de los Andes con máster en Derecho Internacional del American University en Washington. Becaria en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en la sección de derechos de personas LGBTI, coautora del Informe Mapeo Legal Trans, del International Lesbian, Gay, Bisexual, Trans and Intersex Association (ILGA); consultora de la International, National Civil Liberties Organization (INCLO) e integrante del movimiento Colombia Diversa. Nada de lo anterior es válido porque la secretaria nació con pene. O sea, reduce sus aptitudes a simple anatomía. A genitalidad, como los pornógrafos.
El señor Ángel encuentra amenazante que Matilda se reúna con prostitutas y comparta en redes sociales contenidos de ella semidesnuda. “No creemos que esos comportamientos representen lo que es una mujer manizaleña”, dice. Qué pensará de esto nuestra coterránea Amparo Grisales, sexagenaria que se hace fotos en vestido de baño y es un referente de la comunidad LGBTI.
Así de superficiales son los argumentos de este sujeto y ese grupo de 2.600 ciudadanos que apoyan su derecho de petición. Sin embargo, investigando para este tema encuentro que algunos de los allí firmantes lo hicieron más por presión social que por convicción de defender “la familia y los niños”. Personas que pertenecen al movimiento Emaús, organización de carácter católico, cercana a la MCS y que publicaciones como Las 2 Orillas califican como “la nueva moda espiritual de los ricos en Colombia” (https://bit.ly/2GpasMY). Si quieren pertenecer a esta nueva élite, firmen. Si quieren que sus hijos estudien en tal o cual colegio, firmen. Y, por esnobismo o estupidez, firman.
Si atacan a Matilda sin siquiera ver cómo es su trabajo, es por físico miedo; tal cual lo hicieron con Kilmister en su momento, basándose solo en su aspecto. Les cuesta entender que alguien diferente a ellos pueda ocupar un cargo así o ser famoso y respetado. Este colectivo de firmantes está vacío de corazón y cerebro, por eso es fácil llenarlo con falsa moralidad, resentimiento y temor disfrazado de espiritualidad.
Ya lo decía Lemmy: “Si la estupidez es la evidencia del fin del mundo, entonces este es el final”. Y es palabra de Dios.
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