Cuenta la historia que, a mediados de los años 80 del siglo pasado, un adolescente de los barrios populares de Medellín intentó suicidarse saltando del céntrico edificio Londres, pero un empleado del lugar evitó que lo hiciera. La noticia la publicó el periódico El Colombiano e impactó a Víctor Gaviria, quien usó este acto desesperado y de desesperanza para hacer la película Rodrigo D: No Futuro (1990).
A esta obra, de espíritu punk y violencia marginal, la acompañaron los libros El pelaíto que no duró nada (Víctor Gaviria, 1991) y No nacimos pa’ semilla (Alonso Salazar, 1990). Textos que cuentan la vida de esos marginales cuya única alternativa para tener algo, para sentirse reconocidos en una sociedad excluyente, era volcarse a la delincuencia. Ser gatilleros de Pablo Escobar y morir jóvenes era lo mejor que le podía pasar.
Eran otras épocas. Hoy la violencia dura del narcotráfico se trasladó de las ciudades a las montañas de Colombia, lugares donde antes estaba la guerrilla, actualmente diezmada o desmovilizada. El país ha cambiado, hay más desarrollo y nuestras fronteras no están tan cerradas como hace 20 o 30 años. Pero la desesperanza sigue y va en aumento.
“Entre el primero de enero y el 31 de julio del 2019 se han registrado 1.458 suicidios en el país, 62 casos más frente al mismo periodo del 2018, según cifras de Medicina Legal”, reportó El Tiempo el 9 de septiembre pasado. Y quienes más se quitan la vida, según este informe, son personas entre los 15 y los 39 años, las etapas más productivas de una persona.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud señala que “las experiencias relacionadas con conflictos, desastres, violencia, abusos, pérdidas y sensación de aislamiento están estrechamente ligadas a conductas suicidas (https://bit.ly/33R8eAp)". Si esa no es una radiografía de la psiquis nacional, no sé qué más la pueda retratar. Vivimos en entorno conflictivo y cuando tenemos la posibilidad de alcanzar la paz, la saboteamos. Los desastres naturales nos rodean. Y abundan los ejemplos de violencia y abusos: desde censurar un grafiti donde les reclaman a los militares por los desaparecidos, hasta bombardear de manera “impecable” y “meticulosa” a menores de edad.
A ese contexto hay que añadirle que quienes dirigen este país se encargaron de proyectar un panorama inquietante. Un sistema de salud tercerizado y quebrado. Una economía con la solidez de una gelatina al sol. Educación de calidad cada vez más difícil de obtener, a no ser de que asuma deudas y compromisos agobiantes. Y pensionarse parece un imposible.
Por eso marcho este 21 de noviembre. Porque siento que desde el gobierno, y a través de políticas embudo (“lo ancho pa’ ellos, lo angosto pa’ uno”, como dice el vallenato de Beto Zabaleta), nos privaron de oportunidades de vivir en paz, de crecer como sociedad y de envejecer con dignidad. Porque estoy mamado de la polarización en la que nos tienen unos personajes con síndrome de Hubris. Porque la corrupción no merma y no hay voluntad política para derrotarla. Porque hay que parar el asesinato sistemático de las personas que defienden comunidades y se oponen al regreso de la violencia como método de represión. Porque los modelos económicos están caducos y lo único que han hecho en los últimos años es ampliar la brecha social. Equidad no es empobrecer a la clase media hasta nivelarla con la clase baja, mientras que los empresarios e inversionistas se rascan los huevos con los beneficios tributarios del Ministerio de Hacienda.
“Seremos mucho mejor si antes de pensar en la protesta pensamos en la propuesta”, dijo el presidente Iván Duque, el pasado 19 de octubre, en un Taller de Emprendimiento en Medellín. Una idea vaga. ¿Han escuchado alguna propuesta del jefe de Estado a la crisis actual? Me recordó a una escena de la película de Víctor Gaviria en la que un vecino ve cabizbajo al protagonista y le dice que se anime. “Es que la cosa no es de ánimo, hermano”, le responde Rodrigo, mientras se hunde en su depresión sus actos se hacen más radicales.
Entonces marcho porque la marginalidad que sentían esos jóvenes de Rodrigo D se ha extendido por un país sin futuro. Situación que se incrementa con la carencia de norte que tiene el mandatario y su gobierno sin pies ni cabeza. Marcho, antes de que este país se mate o nos mate.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015