Llegó diciembre y con este llegan esos personajes que solo vemos a finales de año. Junto a Papá Noel, el Niño Dios o los cascanueces llegan Diógenes Orjuela (presidente de la Central Unitaria de Trabajadores - CUT), Julio Roberto Gómez (presidente de la Confederación General del Trabajo en Colombia - CGT), Rosmery Quintero Castro (presidenta de la Asociación Colombiana de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas - Acopi), Bruce Mac Master (presidente de la Asociación Nacional de Industriales - Andi), Jaime Alberto Cabal (presidente de la Federación Nacional de Comerciantes - Fenalco) y Santiago Castro Gómez (presidente de la Asobancaria). Los encargados de negociar el salario mínimo.
Pero, ¿quiénes son estas personas que año tras año se sientan en una mesa a discutir el presupuesto y bolsillo de millones de colombianos? Para comenzar, son una élite. De acuerdo con los datos publicados en su Guía Salarial (Análisis y tendencias salariales del mercado laboral), la firma británica Hays indica que para el 2019 estos empresarios ganaron entre $25 y $100 millones mensuales.
Además gozan del cariño del presidente Iván Duque y de un Congreso donde sus participantes devengan $32 millones 500 mil mensuales. Unos afortunados llenos de permisos, bonos y cercanía con quienes buscan aprobar la Reforma Tributaria que beneficiará el próximo año a otros privilegiados en $14 billones en exenciones de impuestos.
Los sindicalistas no se quedan atrás. Si bien son muy celosos con divulgar su mesada, tras cruzar datos con los ingresos de otros cabezas de sindicatos en otras partes del mundo, su salario puede estar por encima de los $20 millones. Como tituló en su momento el diario La Razón de España: “Sindicalistas con sueldos de banqueros”.
Y los privilegiados se ayudan entre sí. El pasado fin de semana Noticias Uno reveló que Carlos Eduardo Valdés Moreno, el incompetente exdirector de Medicina Legal, recibe unos honorarios de $14 millones 280 mil mensuales por ser asesor de la Fiscalía. Un puestazo que le consiguió su amigo, el exfiscal Néstor Humberto Martínez, y que gracias a las primas y bonos suman anualmente $272 millones.
Entonces la gente ve esto y sale a las calles a protestar, incomodando a esas élites que usan los medios de comunicación para desestimar las intenciones de los ciudadanos. Desde Julio Sánchez Cristo, que en 1996 ganaba $30 millones mensuales (hoy será mucho más), hasta la periodista Claudia Palacios, quien cobraba $40 millones 700 mil al mes cuando pasó por Canal Capital, siendo la empleada pública de mejor salario en 2017, por encima del presidente de la República.
Si uno tiene esta clase de ingresos, pues por su puesto dirá burradas como que a los encapuchados de las protestas les pagan $6 millones diarios. Eso les debe parecer una chichigua. Y como no están detrás de las marchas, dirán que son financiadas por los narcos. O por los rusos. O por cualquier otro que no haga parte de esa élite.
Viendo esto, ¿por qué nos extraña que nuestros famosos - los verdaderamente famosos - no se sumen a las protestas? ¿Por qué ha de hacerlo un futbolista como Teófilo Gutiérrez que, según el diario El Mercurio de Chile, gana $236 millones mensuales? ¿O Shakira que, de acuerdo a Forbes, tiene ingresos de $15 mil 632 millones?
Sí, aquí hay mucho de envidia porque me gustaría tener un mega salario de estos. ¡A quién no! También es cierto que algunos de estos personajes merecen esos ingresos porque los trabajan y se prepararon para ello. Otros, sin embargo, ordeñan al erario e injustamente piden más, como algunos congresistas.
La desigualdad parte desde quienes deben procurar cerrar la brecha social. Vamos a ver en qué termina la negociación por el salario mínimo. Eso sí, desde ahora anticipo que no llegará al millón de pesos, como lo piden algunos grupos sindicales. Además, qué tal un país de asalariados millonarios. ¡Se les llena esto de privilegiados, faltaba más!
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