Un periodista le preguntó a Jürgen Klopp, manager del equipo de fútbol Liverpool, su opinión sobre el COVID-19, o coronavirus, y si sus jugadores podrían verse afectados por la enfermedad o estaban preocupados. Esto ocurrió durante la rueda de prensa en la que su equipo perdió ante el Chelsea, no en un foro sobre deporte y salud. Si bien el entrenador alemán puede tener una posición ante el tema, como la podemos tener todos, su respuesta fue contundente: “Mira, lo que no me gusta en la vida es que para algo muy serio (como un virus que ya ha matado a unas 3 mil personas), la opinión de un entrenador de fútbol es importante. No lo entiendo. No es importante lo que digan las personas famosas. Hay que hablar de las cosas de la manera correcta”.
La sensatez de Klopp no debería sorprender, pues en más de una ocasión ha dejado en fuera de lugar a los reporteros. Por algo lo apodan The Normal One. El Normal. Lo anterior, sin embargo, evidencia la falta de credibilidad que hay en nuestros líderes y la desinformación que los rodea. Por ejemplo, el presidente estadounidense Donald Trump dijo esta semana que, basándose en pálpitos (hunches), el coronavirus es una cosa “leve”. “Incluso pueden ir a trabajar” aseguró en televisión, ignorando todas las alarmas y prevenciones que la Organización Mundial de la Salud ha lanzado.
Esa falta de legitimidad en quienes deben “informarnos” nos lleva a buscar respuestas donde no debemos. En fotos de sopas con murciélagos. A llevar astrólogos a que hablen de fenómenos astronómicos, como ya lo hizo el Canal Caracol, para que le digan a los televidentes que se queden encerrados porque hay “malas energías” durante un eclipse de luna.
Las redes sociales dan fe de esa búsqueda de faros morales. Durante las marchas de noviembre se elevó a figura mediática y líder de las protestas a la cantante Adriana Lucía. Muy bien por ella y su activismo, pero no tiene las respuestas a los asesinatos de líderes sociales. Igual le dieron palo a Maluma por no manifestarse y ser esclavo de su silencio, cuando no creo que sepa cuál es el rol de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en Colombia.
Y así es como también transformamos a influencers, sin fondo ni peso, en gurús de la vida. Un día venden maquillaje, al otro posan desnudos para ganar seguidores y al otro están como Kim Kardashian en la Casa Blanca abogando por los condenados a muerte. Ella, que tiene acceso a la Oficina Oval porque su esposo, el rapero Kanye West, es un defensor del presidente, cree estar por encima de las Cortes y las leyes. Igual que Trump. Una celebridad para otra celebridad.
La ligereza en el manejo de la datos y la farandulización de la noticia es abono para la desinformación. Para que se propaguen cadenas en WhatsApp donde indican que beber hipoclorito sódico previene el COVID-19. A creer en lo que diga el primer palurdo que suene medio sensato. Está tan jodido esto que hasta una declaración sensata, como la de Klopp, nos parece sabiduría: “La gente con conocimiento debería decir a la gente qué hacer; no los entrenadores de fútbol. No entiendo de política, del coronavirus... ¿Por qué yo? Llevo una gorra y voy mal afeitado”.
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