Las imágenes de lo ocurrido en el corregimiento de Tasajera (Magdalena) bien podrían representar el infierno. El poeta inglés John Milton, en El paraíso perdido, describe este inframundo como una especie de horno lleno de llamaradas y seres en estado de sufrimiento y tortura eterna. Un lugar sin Dios ni ley. Y eso fue lo que vimos en ese video aficionado de la tragedia en la vía Barranquilla - Santa Marta: decenas de personas asaltando un camión cisterna accidentado ante la actitud pasiva de unos policías y, de repente, el fuego que se riega, quema y mata a quienes allí estaban.
Como suele pasar en este país, esa comunidad olvidada por todos se transformó en noticia por el drama que vivió y por un par de días nos podemos asomar a ese círculo infernal. Uno que ni el mismo Dante describió en La divina comedia. Un lugar infestado de moscas, subdesarrollado, donde las casas son de tablas y las que están construidas con ladrillos parecen amenazar ruina. El único parque es un basurero abierto con pozos de agua estancada y cuando el progreso pasó por allí secó la ciénaga de la que vivían los pescadores.
Una población a la que en cada época electoral le prometen acueducto, alcantarillado, electricidad… en fin, dignidad, pero pronto son olvidados y se quedan en ese “sufrimiento eterno” de Milton. Entonces, como si se tratasen de demonios, viven de las desgracias ajenas. Al acecho de algún siniestro en esa carretera adyacente para correr y hacerse a un botín; a esas oportunidades que les negaron.
Y están esos uniformados inoperantes. Pero, ¿qué más pueden hacer? ¿Cómo parar esa horda de pimpineros? Y si los detienen, al ser un hurto de menor cuantía (un bidón de gasolina), el Artículo 239 del Código Penal establece que un juez podría mandarlos a su casa. Qué más castigo que regresar a Tasajera.
Lo anterior, sin embargo, son justificaciones a acciones injustificables. Compensar el olvido estatal y la pobreza con saqueo y violencia es meterse en esa cinta de Moebius que llevamos décadas intentando romper.
Tasajera es solo un reflejo de esta Colombia a la deriva. Sin norte y con incompetentes al timón. Oportunistas al acecho para sacar provecho de cualquier tragedia y creer que ese pequeño y efímero logro es una gran victoria. Por ejemplo, la DIAN anunció de manera satisfactoria que el primer día sin IVA en medio de la pandemia superó los $5 billones, “un crecimiento de 158% en las ventas generales del comercio en el país”, reportó la revista Dinero. Quince días después, las cifras de infectados y muertos por la covid-19 va al alza. El jueves pasado superamos a la China - país de origen de este coronavirus - en cifra de contagiados.
Entonces evoco la frase del filósofo español José Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Lo que nos puede sacar de este infierno es educarnos; entender que la tragedia del otro es nuestra propia tragedia. Que aquí necesitamos empatía y solidaridad para salvar nuestra circunstancia.
Y no olvidar que en La divina comedia, Dante Alighieri escribió que: “Los confines más oscuros del infierno están reservados para aquellos que eligen mantenerse neutrales en tiempos de crisis moral”.
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