El asesinato de cinco personas, ocurrido en la vereda La Isla, límites entre Manizales y Neira, nos sacudió esa idea de que éste es el mejor sitio para vivir en Colombia. Si bien estamos lejos de la violencia que se puede vivir en ciudades como Cali o Bogotá, los disparos en la cabeza y los machetazos a una de las mujeres reflejan que en nuestra ciudad se mueven cosas que desconocemos. O queremos ignorar.
Todo en este caso es sórdido. Una de las víctimas, dueño de un reconocido prostíbulo. Otro, su hermano, vendedor de autos usados. Un tercero, guardia en el local nocturno de su jefe. Y las jóvenes, una universitaria, la otra quería validar el bachillerato. Todos ajusticiados. Un sexto personaje que se hace el muerto y otras tres mujeres que huyeron. Las hipótesis están a la orden del día y no falta quien quiera desviar la atención juzgando a las muchachas por andar acampando con proxenetas.
Este crimen, que puede asumirse como “hecho aislado” de la cotidianidad caldense, no debería tratarse como tal. Las autoridades no están para andar con anteojeras, como los caballos carretilleros, para que solo miren hacia adelante. Tampoco para culpar a otros de su ceguera y sordera, como lo hizo el secretario de Gobierno de Caldas, Carlos Alberto Piedrahíta,
Este funcionario calificó de “prepago” y mentirosos a LA PATRIA cuando, a comienzos de mes, denunció que había cultivos de coca en Samaná. Una realidad que amargó a la Gobernación pues hacía poco la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito había declarado nuestro departamento libre de cultivos ilícitos.
Sí, una cosa es la ilusión de vivir en la ciudad con mejor calidad de vida de Colombia y un Caldas libre de guerrilla y sin coca. Otra es la realidad. En Manizales suceden cosas muy “peculiares” para nuestra realidad. Como jóvenes de 20 años que andan en enormes camionetas y rondan las prenderías y otros locales en el Centro de la ciudad. Prostitución y expendios de drogas en las cuatro calles que rodean tanto a la Gobernación como a la Alcaldía. Taquerías capaces de pagar el alquiler de un local donde ni siquiera una entidad bancaria pudo sostenerse, y que permanece abierta a pesar de que su dueño y sus empleados se vieron envueltos en el robo a Bancolombia. Candidatos a la alcaldía que a comienzo de año se iban a pagar tres días de cárcel porque no tenía cómo pagar una multa de $4 millones, pero que ahora tiene enormes vallas en lugares estratégicos para promocionar su campaña (aunque me ha dicho que todo ha sido regalado y sin compromisos… ajá). O un poderoso político que monta en helicóptero, rifa motos entre sus seguidores y al que muchos se refieren con falso respeto cuando lo que infunde es temor.
Mucha cosa rara. Ahora ejecuciones estilo mafia.
Algo oscuro se mueve en la región y no es momento de ocultarlo, como nos gusta tanto hacerlo. Es el momento de hacerlo visible y reconocerlo como un hecho. Estas cosas no se pueden tapar echándole tierra encima, como a los cinco muertos del pasado miércoles.
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