Con el nuevo año, en la Universidad de Caldas hemos retomado la culminación del segundo período académico de 2019, que quedó inconcluso tras las marchas registradas a lo largo y ancho del país al cierre del período, donde se sumaron diversos sectores sociales.
Como es sabido, la Constitución Política de 1991 nos permite a los colombianos reunirnos en agremiaciones de diversa índole y manifestarnos pública y pacíficamente (Art. 37º), al tiempo que consagra la autonomía universitaria (Art. 69º). Es claro entonces que la movilización social es un derecho legítimo cuyo ejercicio demanda reglas de juego claras para los involucrados, evitando que se conviertan o deriven en hechos de violencia o vandalismo contra las personas y los bienes. Por su parte, el derecho a la autonomía universitaria está orientado a facilitar el autogobierno, la convivencia y garantizar el orden al interior de instituciones donde confluyen corrientes políticas, ideológicas y académicas bajo principios y normas trazadas por los estamentos rectores correspondientes. No obstante, el régimen normativo del claustro no puede sobreponerse a las leyes de la nación.
Desafortunadamente, el concepto de autonomía universitaria se ha malinterpretado en unas ocasiones y manipulado en otras, amparando acciones violentas, como por ejemplo las acciones vandálicas que se han dado dentro de las movilizaciones, que quebrantan otros derechos fundamentales. Esto conlleva un gran daño al ejercicio de las misiones básicas de la universidad: ofrecer educación superior de calidad, promover el desarrollo científico y tecnológico, y actuar como centros de pensamiento para los grandes temas nacionales. Así, lo que esperamos entonces es que en los campos universitarios se construya paz y tejido social. Lugares donde se gesta con mayor compromiso la convivencia ciudadana. Debemos entonces promover la universidad como un gran campus garante de la paz, y del ejercicio de los derechos y cumplimiento de los deberes ciudadanos.
Al conmemorar un centenario de la Universidad de Granada, Ortega y Gasset señalaba que los escolares habían derrotado los poderes tradicionales europeos logrando profundos cambios en el concepto de universidad. Para el pensador español, los cambios logrados fueron el producto de estudios y discusiones académicas profundas sobre las necesidades de la sociedad española y no una simple explosión de anarquía.
Así las cosas, la misión que como universidad estamos abocados a cumplir es la de generar un conocimiento y una resignificación de los valores ciudadanos que permitan hacer realidad los cambios que demanda la sociedad. Este compromiso conlleva la formación de estudiantes que estén en condiciones de transformarla en una más próspera, equitativa y sostenible, logrando un mejor estado como nación.
La rectora de la Universidad Nacional de Colombia nos invita para que juntos pasemos de la protesta a la propuesta. Esto significa que ciertamente tenemos problemas de fondo al interior de los claustros universitarios, que debemos atender en forma prioritaria y definitiva. Así, con la casa en orden podremos atender y tomar parte de manera más efectiva en las coyunturas del país del que hacemos parte. Debemos entender la universidad en el contexto actual, pero sin dejar atrás los hechos que nos preceden y el futuro que soñamos; así, los invito a retomar nuestro compromiso con el ser. Solo asegurando la formación de hombres y mujeres con sentido de lo social y respeto por el otro, podremos ser agentes de cambio en y para la sociedad.
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