En Lo que fue presente los diarios de Héctor Abad Faciolince, el autor explica que su oficio a veces genera incomodidad o tensión en su familia. Quien escribe se basa en lo que conoce y los parientes pueden sentirse temerosos o traicionados cuando descubren que cualquier fragmento de sus historias personales es susceptible de aparecer en un libro.
Por eso en ocasiones uno agradece una obra por partida doble: no solo por lo que narra sino también por el costo personal que implica exhibir los trapos sucios de la casa. Eso me despierta La sombra de mi padre, el testimonio de Martín Franco Vélez, quien hasta hace poco fue columnista de LA PATRIA: una historia familiar autobiográfica, dolorosa y sin ficción, en la que aparecen su papá, su abuelo y su hijo, pero además muchas calles de “la altiva Manizales, que tantas cosas se cree y no es ninguna de ellas”, como la describe Héctor Abad en sus diarios.
Martín se graduó del Granadino y luego de un breve paso por la U. Nacional se radicó en Bogotá. “Acabé yéndome de Manizales hace casi dos décadas porque hacía parte de esa sociedad de apariencias y charlas de pasillo que no me permitía ver lo que había al otro lado, la realidad que se cocinaba en esos barrios que iban más allá de Palermo”. Aunque al principio añoraba los puentes para volarse a Manizales, en algún momento sintió que “esa ciudad parroquial de cuestas empinadas y días muertos no era la maravilla que había creído. Que la sociedad en que crecí resultaba de una pacatería irremediable, y que al final la gente vivía más preocupada por lo que dijeran de ellos que por ocuparse de sus propios asuntos”.
En su libro aparecen Palermo, La Leonora, La Catedral, el Parque Caldas, Milán y la zona rural de Villamaría. Pero además de esa cartografía urbana hay también un mapa familiar conocido en esta región: la presencia cotidiana del licor.
En Grandes borrachos colombianos Pablo Rolando Arango retrató la relación íntima de esta zona con el aguardiente: “En cada pueblo de Caldas hay poetas, academias de historia, jurisconsultos, pendejos que citamos a Platón para pedir una media de aguardiente o hablar de borracheras”, escribe Pablo. El tono que utiliza Martín es menos jocoso o hiperbólico y más intimista: “Me gustaba tomar mucho, y lo hacía cada que podía porque en Manizales eso nunca estuvo mal visto; al contrario: el que más bebía era un berraco y se ganaba la admiración del resto. Y nosotros bebíamos siempre: en las fincas, en la calle, en las casas, en los bares”.
Martín escribe sobre suicidio, alcoholismo, homofobia, depresión, desempleo, arribismo, machismo y patriarcado. Es decir: construye un cuadro de costumbres de Manizales: “el trago estaba presente, siempre, en todas las reuniones familiares; en la finca, los fines de semana, se nos volvió una costumbre ineludible destapar una botella antes del almuerzo y por eso a las dos o dos y media de la tarde —mi madre nunca dejó servir más tarde—, estábamos casi siempre borrachos”.
Mi lectura sobre Manizales no es la de Martín y tampoco he vivido la experiencia familiar del abuso del licor. Para eso son los libros: para reconocernos o para descubrir mundos ajenos.
La sombra de mi padre es la historia de una saga familiar, un libro sobre hombres (las mujeres son apenas una sombra) y un legado personal del autor para su hijo. Lo leo como una urgente, larga y sentida carta de amor que un hijo le escribe a un papá que “siempre ha estado convencido de que aprender a tomar es uno de los ritos más importantes para volverse hombre”. Un padre amoroso y generoso que le pregunta al hijo cuál es el problema de tomarse unos tragos en la finca sin molestar a nadie, y al que el hijo, cuidando las palabras, le responde “el problema es que no sabemos beber. Que el trago nos ha jodido”.
“Todos pasamos por el tribunal de los hijos, quienes rara vez nos absuelven. Somos implacables como hijos y esperamos benevolencia como padres”, dice Martín en su libro. En sus diarios, Héctor Abad escribe sobre el mismo tema: “tener un hijo envejece”. Se necesita valentía para escribir así sobre el padre, pero la valentía no basta para que una familia vea expuesta su vida íntima en un libro que le habla a otros: se requiere, además, mucho amor.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015