Releí El principito. Lo leí cuando era una niña y ahora regresé a ese libro entrañable en la compañía de mi hija.
No recordaba el periplo del principito por seis planetas antes de llegar a la tierra. El capítulo sobre la visita al rey podría estudiarse en derecho y ciencia política. Cuando el principito llega, el rey dice “he aquí un súbdito” y el principito piensa: “no sabía que para los reyes el mundo está muy simplificado: todos los hombres son súbditos”. El diálogo avanza y el rey explica su trabajo: “La autoridad reposa, en primer término, sobre la razón. Si ordenas a tu pueblo que vaya a arrojarse al mar, hará una revolución. Tengo derecho a exigir obediencia porque mis órdenes son razonables”.
Leí y pensé: “ahí está el detalle”, como diría Cantinflas. La violación masiva de la norma que ordena la cuarentena ocurre porque a muchos les parece que la prohibición no es razonable.
Para empezar, una cuarentena con 43 excepciones tiene la misma utilidad de un tapabocas de tul: es una protección llena de huecos. Pero además el mensaje de las autoridades ha sido entre equívoco y absurdo: bolillo para vendedores ambulantes por violar el pico y cédula o salir sin tapabocas e invitación a que salgamos a los almacenes a comprar en el Día sin IVA; multas por ir en pareja a caminar o al supermercado, con el argumento del alto riesgo de contagio, sin importar que la pareja duerma con uno, sin guantes ni tapabocas... Leve apertura para los viajes intermunicipales, pero normas de pico y cédula distintas en cada municipio, que hacen de cada desplazamiento una odisea. Tenemos reyes que gobiernan como Cantinflas.
La pandemia es riesgosa y el énfasis debe estar en la pedagogía del autocuidado: ya estamos cerca de 200 muertos diarios por covid-19. Pero nuestros reyes le hablan a sus súbditos en tono policivo, represivo, sobre multas, restricciones y prohibiciones y el resultado es que muchos se sublevan e inventan sus “jugaditas”, como la que hace un año patentó el senador Ernesto Macías.
Violan la cuarentena el fiscal, el contralor y sus respectivas familias, con una jugadita de disfrazar un paseo a San Andrés como viaje de trabajo; los que tienen que salir a rebuscarse el sustento diario; los mayores de 70, que inventan la revolución de las canas porque se sienten discriminados, y los que publican fotos y videos en redes sociales sobre fiestas, paseos y piscinas con mucha gente y cero aislamiento social: gente que exhibe reencuentros masivos y abrazos sin tapabocas ni pudor.
Salgo poco y cuando lo hago me asombro del gentío. Me pregunto si tantos tenemos cédula terminada en 3, o si es que los que quedamos por fuera de las 43 excepciones somos solo los de mi casa y los de los bares, o si suspendieron la multa de casi $1 millón por violar el pico y cédula y no me enteré. ¿Los que llegan de otras ciudades siguen aislándose 14 días? ¿Los menores de 18 años siguen saliendo solo 3 veces por semana durante 1 hora y en compañía de un adulto? ¿La actividad física sigue limitada para la madrugada? ¿Seguimos lavándonos las manos con frecuencia y fruición?
Luego de siete prórrogas la cuarentena actual es una caricatura de la de marzo. Parece risible pero no lo es. Cuando estudié derecho los profesores hablaban del “imperio de la ley” para explicar la importancia de la fuerza simbólica que tienen las leyes en una sociedad: el respeto a las normas nos protege del autoritarismo y la arbitrariedad. Su violación permanente genera caos e impunidad.
En “El orden de la libertad” Mauricio García Villegas explica: “una sociedad como la nuestra en donde se toleran altos niveles de incumplimiento y desorden, está abocada a padecer calamidades colectivas” Y agrega que en sociedades en donde el incumplimiento a las normas es tan frecuente, “más apremiante es la necesidad de orden y seguridad y más dispuestos están los ciudadanos a acoger cualquier propuesta política que ofrezca esos bienes”.
“Hecha la ley, hecha la trampa” y “se obedece pero no se cumple” parecen los lemas de esta cuarentena. Me pregunto hacia dónde nos llevará esta desobediencia tan pública y masiva de las normas. Supongo que algunos candidatos a rey ya empiezan a hacer cálculos.
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