Tengo un cuadro en Excel con el que bromeo diciendo que si se me pierde ese archivo entro en bancarrota. Ahí anoto mis deudas, gastos e ingresos. Factura que no apunte, olvido pagarla. Allí aterrizo mis sueños de viajar. Excel no miente y a veces sobra mucho mes al final del sueldo.
Esta semana empezó la discusión sobre el aumento del salario mínimo y Excel ya calculó distintos escenarios, que son cuentas alegres porque lo comido sale por lo servido: sube el sueldo pero también el arriendo, el colegio, el mercado, los servicios públicos, el transporte... Hago cuentas y concluyo que la vida se va en trabajar y el salario se va en pagarle a los bancos.
Mientras en el primer mundo los pobres tienen la nevera llena, el DANE considera que si un colombiano gana más de $590.000 mensuales no es ni pobre ni vulnerable, sino clase media. Soy entonces bendecida y afortunada, como dicen en las redes: tengo trabajo formal y un salario estable que aumentará más de lo que sube la mesada de los pensionados: la discusión del mínimo es indiferente para los jubilados, porque a ellos solo les ajustan la inflación.
Sin embargo ellos también son bendecidos y afortunados. Los colombianos con pensión son apenas 1.300.000. Las personas a las que nos consignan puntual el sueldo o la pensión somos una élite. Acá el desempleo supera el 10% y el 46% de los trabajadores está en la informalidad.
La discusión sobre el alza del salario mínimo es importante, pero más trascendente aún es discutir cómo lograr que todos tengamos empleo formal y pensión. Mientras tanto, la noticia anual sobre el incremento del salario mínimo seguirá siendo un tema para bendecidos y afortunados, mientras medio país sobrevive entre el rebusque y la exclusión.