Atacar las causas, no los efectos
Señor director:
Sí, amigos lectores, el país no se arregla atacando efectos y no causas; y sobre todo, creer que la bala va a ser la salvación. No señores gobernantes, es de sentido común que si las sociedades no tienen educación y salud, tendrán subversión y todo cuanto esto signifique.
No es defendiendo a las clases privilegiadas, que todo lo tienen. Es generando empleos con prestaciones justas, sin crear burocracia. Es dando educación sin escatimar maestros y sin dejar crecer burocracia. Es dando salud, sin cerrar hospitales y, menos creando las EPS que se convirtieron en estafa para el usuario. Es dejando que haya libertad de expresión hablada y escrita, y no sobornando a la prensa para que sea aliada del sistema, sino un acicate para corregir y perfeccionar la administración gubernamental. Es permitiendo que los derechos de la oposición se expresen dentro de un orden, sin salirse de la ley. Es siendo más sinceros y sobre todo, más honestos con el pueblo.
Señores dirigentes del país, cuando el fiel de la balanza se descompensa, viene el caos, viene la violencia y viene la inconformidad. No se quejen, entonces, de la violencia y sus secuelas; porque cuando se abusa del poder, porque cuando desaparece la justicia, porque cuando viene el hambre, serán estas las causas de la subversión en todas sus formas.
Nada harán atacando efectos, si no enmiendan las causas. El muerto no se encuentra río arriba.
Da grima ver cómo los valores han ido desapareciendo de la sociedad. Ya la moral prefiere callar y disimular, y no cumplir con su deber; es mejor el camino de las flores y del triunfo aparente, y no aquel que le señaló el fundador; es decir, el de la cruz y contradicción. Ya lo bueno se lo señala como malo, y a lo malo como bueno. Ya valen más los apellidos y abolengos que los valores intelectuales y pensantes; lo mismo que los hombres y mujeres de carácter, que no se doblegan ante la vanidad y apariencia. Ya la espada no defiende al débil, al atropellado; sino al fuerte, al privilegiado. El mundo está al revés y el país “patas arriba”, como escribí hace poco.
Para el mundo capitalista vale lo que produzca, lo que signifique oro; es decir, dinero. Y lo malo es que es el precio que sea: si hay que pisotear los derechos del otro, no importa. Y si hay que aplicar aquel principio falso de que el fin justifica los medios ¡tampoco importa!
Apreciados lectores, triste realidad de un mundo embelesado por el poder y el oro, que necesariamente lo llevará al fracaso; ¡por que el mal no estará sobre el bien!
Ernesto Quintero Gil
El precio de nuestro Idioma
Tal es el título del escrito que salió en Voz del lector el 3 de mayo. Es un homenaje al Castellano con motivo del día del idioma. Hay en él inspiración poética pero también errores de puntuación y de conjugación verbal.
La cita de Neruda plantea un problema: el poeta se presenta como indio, siendo en realidad mestizo, mezcla de indígena y de español.
La autora de la carta, doña María Celmira, se presenta igualmente como si fuera indígena, cosa que desmienten sus apellidos españoles, Toro y Martínez.
Por último, una pregunta: ¿qué cosa son los cascabeles de halcón que los descubridores y conquistadores entregaron a cambio del oro y de la libertad de los pueblos originarios? ¿No eran más bien cascabeles de latón?
Atentamente,
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