Un modelo de mujer que nunca vuelve
Señor director:
La transformación de la mujer en los últimos años ha sido asombrosa. Solo es recordar el perfil de la mujer que imperaba hace unas pocas décadas: Mujeres, matronas que supieron levantar y educar una generación de valores, de principios. Mujeres, sin mucha preparación, pero llenas de sabiduría, de ese conocimiento que no se aprende en las aulas, pero que fue la mejor escuela de ciudadanía, de convivencia, de laboriosidad, de honradez, de amor por lo nuestro, por lo que somos.
Mujeres con una dignidad incomparable que las hacía merecedoras de todo respeto, de toda admiración. Mujeres elegantes, femeninas, delicadas, hermosas, ese tipo de mujer que deja huella imborrable, que traza rutas de bien para los suyos.
De esa generación de mujeres quedan muy pocas: están terminando su paso, acabando de hacer su obra hermosa, recogiendo cosechas de los hijos que formaron con amor y disciplina y a los que les trazó una ruta de grandeza, de decoro y disfrutando del amor incomparable y único de sus nietos, los retoños que mantienen las raíces de su árbol inmenso alimentado con tanto amor, con tanta entrega.
El concepto de mujer enmarcado en el perfil tradicional señala un concepto de mujer muy diferente al que hoy tenemos. Esta semblanza de mujer implantada por nuestras madres y abuelas ya no existe porque fue migrando con el tiempo hacia un concepto de mujer totalmente opuesto, muy distante de la grandeza y distinción que las hacía inmensas y valiosas.
¿Qué nos queda en este mundo moderno de ese prototipo de mujer? ¿Qué de sus obras, de su ejemplo, de su dignidad y señorío? ¿A dónde fue a parar tanto ejemplo, tanta grandeza?
Parece que se fue diluyendo entre los avances de este mundo, en la modernidad, en las redes sociales que entre likes y emoticones fue desplazando de nuestros hogares los principios, los valores, el amor y el respeto, el reconocimiento y la gratitud, la honra y la grandeza, la comunicación y la palabra, la exigencia y la disciplina.
La dignidad dio pasó a la liviandad, la entrega al descuido, la abnegación a la soberbia, la generosidad a la exigencia, el respeto al maltrato, la gratitud a la indolencia, la ayuda a la indiferencia y el amor se fue escabullendo de nuestro entorno para darle cabida a la intrascendencia y el desamor.
Ya no hay familias, hay grupos sociales que absorben como monstruos la paz de nuestra casa. Hay amigos desconocidos que nos aplauden y elogian y oportunidades que nos ofrecen tesoros escondidos detrás de los cuales corremos sin control y sin medida.
Así, en este ir y venir de mensajes, de encuentros virtuales, dejamos escapar ese concepto hermoso de mujer, de hogar, de familia.
Este modelo de mujer, ya en proceso de extinción, no volverá a pisar este camino. Su misión de grandeza ya va al ocaso y de su obra de amor grande y perenne quizá no quede entre los suyos quien la imite, quien la cuente, porque esa misma modernidad que extinguió su modelo, extinguirá también sus recuerdos, sus pasos y sus huellas.
María Celmira Toro Martínez
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