Los alcaldes de la pandemia
Señor director:
Lidiar contra esta situación atípica, suigeneris, que le ha tocado a nuestros gobernantes no es nada fácil. En Manizales, por ejemplo, se escuchan las voces de Lisistratas y de hijos de Apuleyo que piden la cabeza del burgomaestre, tan solo porque se ha plantado en la raya y no ha dejado que la recua despavorida salga a reactivar el comercio, abrir supermercados, iglesias, clubes nocturnos, salas de cine y compañías de transporte.
Le critican el que no haya detenido a los cientos de coteros, recicladores, basuriegos, cuidadores de carros, mendigos y trashumantes que viven al diario o de la caridad del pueblo, o que no haya sido capaz de parar la barahúnda inmunda, el desfile nefasto de personas sin barbijo o tapaboca, que se pasean orondas por el centro de ciudad. Ah, y le critican que no haya logrado controlar el desmesurado movilizar de carros que campean en dos filas o desfilan en una angustiante cola, lenta como cangrejo y con las bocinas rompiéndonos los tímpanos. Claro, es muy fácil criticar cuando se está en una sala, apoltronado, tomando un Cabernet Sauvignon, un Merlot o un Scotch, viendo Netflix o Amazon Prime y esperando el pollo asado que da vuelta en el horno Black and Decker, de su lujosa cocina, que tiene una alacena rebosada de enlatados y de verduras recién compradas.
Nuestras ciudades, que han heredado la desorganización de unos administradores anteriores, que a su vez la heredaron de los de antes, no pueden en seis meses, cuatro de los cuales manejados en cuarentena, convertirse de la noche a la mañana en las mejores capitales, administradoras del caos, la tecnificación de un transporte anárquico, las moralizadoras de las mañas y artimañas, con tradición de hogaño, de unos políticos hegemónicos bautizados con agua de corruptela.
Creer que unos imberbes jóvenes alcaldes, que se deben a unos movimientos clasistas, nepóticos, despóticos y viciados, van a imponer el orden a una sociedad desbocada, que cabalga en el potro de la ignorancia, es ser muy ingenuos y atrevidos.
Los cándidos fuimos nosotros, que nos dejamos cariar, influenciar y votamos por las propuestas futuristas, de cambio, desarrollo, modificación de criterios, de unos políticos curtidos, avezados en deslumbrar a los electores con propuestas maquiavélicas, maquilladas con el tinte gris de la peluca inmoral de la falsa ética, que no era tal, con cara de Arlequín y que a la hora de la verdad ha mostrado su verdadera faz clientelista, tradicionalista, seguidora de los trazados o lineamientos de una vieja política anquilosada, amañada y sin códigos de ninguna índole.
Exigirle a estos alcaldes dizque de “avanzada”, que cambien a favor del pueblo, es pedirle peras al olmo.
Los alcaldes tradicionales nuestros, están curtidos en no responder Derechos de Petición, no cumplir tutelas, ni Acciones Populares y se respaldan en un pool de abogados que los defiendan ante los tribunales, para poder incumplirle al electorado lo que en época de campaña ofrecieron y en la realidad aciaga, no podrán cumplir.
Saúl Sánchez Toro
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