En modo corona virus
Señor director:
Repasando las escuchas de música vieja (tangos, rancheras, boleros, salsa clásica), ahora que estamos en ‘Modo Corona Virus’, me he topado con apartes de algunas canciones que vienen como anillo al dedo, para describir esta prisión domiciliaria o casa por cárcel, por la que estamos pasando la mayoría de parroquianos o habitantes del globo terráqueo y sobre todo aquellos que ya llevamos varios lustros marcando con el seis. Para muestra estos botones:
‘Cautiverio’ de Daniel Santos: “Qué lentas pasan las horas/ en esta cautividad/ aquí se sufre y se llora/ qué triste es la soledad/ Las horas parecen años/ 10 años parecen más/ los amigos son extraños/ se olvida la humanidad.../ Cada minuto, un peldaño/ que escala la libertad…”.
Acá se refleja algo de lo que estamos viviendo puesto, que a muchos, la soledad les empieza a pasar cuenta de cobro, la salud mental comienza a deteriorarse; así mismo, hoy es igual que ayer, antier igual que mañana, ya no sabemos si llevamos un mes, un semestre o un año, y los amigos, aunque existe la tecnología y todas esas redes, lejos muy lejos, están.
Ahora retrotraigamos este otro bolero, ‘El preso’, también de Daniel Santos: “Preso estoy/ ya estoy cumpliendo mi condena/ la condena que me da la sociedad…/ me acongojo, me avergüenzo y me da pena/ pero tengo que cumplirla en soledad…./ …Qué la única/ la última y primera/ para siempre es la palabra libertad/, liiibertadddd/, liiibertaddddd.”
Y sí, sin entrar en todos los intríngulis acerca de la vida íntima de ese microscópico y antipático bicho, es una condena que nos imputa la sociedad y nos tenemos que imponer a nosotros mismos, puesto que cada uno tiene que ser consciente de que se tiene que cuidar no solo por sí mismo, sino también por los demás.
Pero es real que resentimos la libertad, el poder salir, caminar, recorrer caminos y veredas, desandar la selva de cemento, mirarse a los ojos con los demás, dar y recibir los abrazos, conversar, tomarse el tinto con los amigos, cruzarse con los demás sin temor y que no se vea a los demás o lo vean a uno, como enemigo.
Y no podía faltar ‘El preso’ de Fruko y sus Tesos: “En el mundo en que yo vivo/ siempre hay cuatro esquinas/ pero entre esquina y esquina/ siempre habrá lo mismo / Aquí me paso los días/ y la noche entera/ solo vivo del recuerdo eterno de mi madre…..”.
Desafortunadamente quienes administran estos países tercermundistas, nunca han tenido como prioridad, el acceso a la vivienda, para los estratos de menos recursos, y cuando algún gobernante decide construir soluciones de vivienda, lo que les edifican son unos multifamiliares que semejan colmenas, con la diferencia de que cada agujero de la colmena, está diseñado para una sola abeja.
Así pues que no faltamos mucho a la verdad, si decimos que para ellos ‘entre esquina y esquina, siempre habrá lo mismo’.
Así pues, hoy más que ayer y por cuenta del ‘dichoso bicho’, sabemos cuánto vale la libertad, cuánta inequidad existe no solo en nuestro país y cómo, las desgracias de los demás, no han impedido que la peor pandemia que sufre la humanidad, que es la CORRUPCIÓN -así con mayúsculas-, siga paseándose sin tapabocas, muy oronda por las mentes y los corazones de los seres humanos.
Alba Nelfy
Bernal Orozco
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