¡Muchas gracias, maestro!
Señor director:
No creo que haya un apostolado más importante y trascendente para la sociedad que el de la enseñanza. Ser profesor, modelar las mentes e inculcar conocimiento y valores en las personas, tiene que ser, y lo es, una labor sencillamente encomiable. Pues bien, después de más de cuatro décadas dedicadas pacientemente, con entrega y amor, a contribuir a la formación de varias generaciones de abogados desde las facultades de derecho de las universidades de Caldas y la de Manizales, amén de cursos y conferencias en otras universidades del país y un libro sobre derecho de familia; se jubila de ese sagrado magisterio el ilustre doctor José Fernando Valencia Lobo, un maestro ejemplar, un hombre íntegro, un abogado con una ética inquebrantable, cuyo paso y trayectoria por el poder judicial como juez; la enseñanza del derecho y la práctica de la profesión, dejan una honda e imborrable huella.
Su entrega a la cátedra en las diferentes ramas del derecho civil así como en derecho de familia durante tanto tiempo, forjó, en quienes tuvimos el honor, la suerte y el placer de ser sus alumnos, el amor y el respeto por el derecho en general, llenando de valiosos conocimientos a una gran cantidad de estudiantes luego convertidos en magistrados, jueces, funcionarios del Estado y abogados que, como no podía ser de otra manera, estaremos perennemente agradecidos por sus enseñanzas. La indeclinable entrega a su misión de educar y enseñar el derecho, queda plasmada, además, en la forma desinteresada y presta como le brinda ayuda a tantos y tantos abogados que llegan a la oficina para consultarle sobre algún caso de difícil solución. Sin reticencias de ninguna naturaleza, sin importar qué esté haciendo o cuánto tiempo tome (y a fe que a veces se alargan considerablemente las consultas), inmediatamente es requerido presta su ayuda hasta encontrarle salida al problema.
De esa su absoluta disposición a ayudar pueden dar fe un gran número de colegas que la han requerido así como el suscrito, que tiene la fortuna, hace ya muchos años, de compartir oficina con él. Es decir, que, también como ser humano, pues, el doctor Valencia Lobo ha sido, y es igual de valioso que como profesor y quienes tenemos la buena estrella de contarnos entre sus amigos, sabemos, sin ninguna clase de duda, del importante significado de su fructífera amistad. Aunque con un dejo de nostalgia, hay que decir que es ya merecidísimo que descanse de su apostolado y disfrute al lado de los suyos. ¡Muchas gracias profesor y amigo! ¡Muchas gracias, maestro!
Atentamente,
Óscar Villada Martínez
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