Transformación y modernidad
Señor director:
¿Es posible acaso que se puedan considerar condiciones actuales y compromiso político en torno de las naciones del mundo para tener una transformación que permita eliminar barreras para mitigar y en algún momento eliminar las tensiones que afectan la vida en comunidad?
En esta misma línea pensemos que cada ciudadano y cada persona que aspira a un cargo público posea un criterio de independencia, análisis, identidad, empatía, sobre las situaciones particulares de un país valipendiado y golpeado permanentemente por egoísmo, avaricia, comentarios insidiosos, tráfico de estupefacientes, asesinatos, corrupción, entre muchas otras, que son más notorios en algunas regiones casi olvidadas de nuestra geografía.
También debemos pensar que entre todos, los que considero somos una gran mayoría pensando en que todo puede mejorar, hay otros grupos o personas que si bien reconocen estas situaciones las analizan como una oportunidad para capturar incautos, son incitadores de guerras, de exterminio individualizado, de terrorismo insano, de persecuciones a minorías, de libertinaje y de prejuicios -interesante listado tomado del libro Transición planetaria- Pero que se hace más vivo en nuestro día-día. Estos individuos o “grupos” se mezclan con las multitudes e inspiran a gobiernos y a ciudadanos actitudes calamitosas, haciendo que otros poco preparados o menos conscientes de su entorno dejen la esperanza a un lado, asumiendo que el mensaje del miedo y de la desesperanza es el mensaje de la oportunidad y operan sus decisiones en torno a ello.
Ya instalada esta forma de operar por parte de estos llamados líderes de nuestra época, se implanta el vale todo, cuyo objetivo es crear un clima de desprestigio a la honorabilidad, a los valores éticos, al respeto a la humanidad y a la sociedad; demuestran dolorosa y permanentemente que los significados de estas palabras se pierden implantando una nueva y descontrolada “ética” que les justifique y valide sus comportamientos, conjunto este de nuevas reglas reconocibles e implantadas hoy día. - ¡Qué lamentable!- .
Es ahora donde padres, educadores, ciudadanos, no debemos desfallecer, cada persona es un maestro, cada uno aporta, cada uno debe permitirse construir y construirse con el otro. No dejarse asaltar por las dudas frente a la formación moral de hijos y vecinos como individuos y como actores en sociedad. Con todas las responsabilidades que esto genera, el ser empático con las condiciones, necesidades y realidades del otro. Activar ese componente espiritual, que hace identificar fácilmente qué es lo correcto o no, darles las herramientas para que sus decisiones superen con fortaleza las pruebas sin temor, ansiedad o desesperación. Es hacerlos partícipes de la construcción como seres societales con compromisos y responsabilidades a todo nivel ético, estético, político, moral, educativo, jurídico, económico, etc.
Que sean ellos quienes rompan esas ataduras de éticas cuestionables por parte de “líderes” sin entereza moral, que se transformen en constructores de modernidad, para alivianar las necesidades de áreas, regiones, municipios, departamentos y de un país, que reclama cambios en sus formas de actuar, que reclama un camino de esperanza hacia el futuro.
Juan Pablo Giraldo R.
Sobre las pasiones
Señor director:
Para ilustrar al lector sobre la fuerza de las pasiones, comenzaré por relatar lo que al autor de este artículo le sucedió con tres amigos diferentes en tres momentos diferentes. Uno de ellos observaba un costoso reloj, otro apostaba en una máquina tragamonedas, el tercero perseguía con la vista a alguien que momentos antes había hurtado a un transeúnte.
Aunque ellos se encontraban en esas situaciones diferentes que acabo de describir; los tres habían adoptado una actitud semejante, estaban, por decirlo de alguna forma, como fuera de sí, como si se hubieran olvidado momentáneamente del mundo que los rodeaba. Años atrás observaba también por televisión como un afamado cantante, Frank Sinatra, pasaba por una situación similar cuando escuchaba al célebre tenor Luciano Pavarotti.
Parece pues que la satisfacción de nuestras pasiones nos afecta tan profundamente, que perdemos con ella, aunque momentáneamente, la noción del espacio y el tiempo.
Diego Osorio Ramírez
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